OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

SIGNOS Y OBRAS

 

  

"LA AGONIA DEL CRISTIANISMO"

DE DON MIGUEL DE UNAMUNO1

 

 

Lo primero que nos recuerda este �ltimo libro de don Miguel de Unamuno es que su autor no es s�lo fil�sofo sino tambi�n fil�logo. Unamuno es un maestro en el arte de animar o reanimar las palabras. La palabra agon�a, en el ardiente y viviente lenguaje de Unamuno, recobra su acepci�n original. Agon�a no es preludio de la muerte, no es conclusi�n de la vida. Agon�a �como Unamuno escribe en la introducci�n de su libro� quiere decir lucha. Agoniza aquel que vive luchando; luchando contra la vida misma. Y contra la muerte.

El tema del libro de Unamuno no es el tra�monto del cristianismo, sino su lucha. Tiene Unamuno una inteligencia demasiado apasionada, demasiado impetuosa, para oficiar hier�ticamente la misa de requiem de una decadencia, de un crep�sculo. Unamuno no se sentir� nunca acabar en ning�n untergang.2 Para �l la muerte es vida y la vida es muerte. Su alma, llena al mismo tiempo de esperanza y de desesperanza, es un alma que, como la de Santa Teresa, �muere de no morir�. Es el propio Unamuno quien evoca la frase de la agonista de Avila. La frase, no: la agon�a. �Morir de no morir! �No es esta tambi�n la angustia de nuestra �poca, de nuestra civilizaci�n? �No es �ste tambi�n el drama de Occidente? �Por qu� nos parece tan terriblemente actual este grito ag�nico, esta frase ag�nica, esta emo�ci�n ag�nica? Un poeta superrealista franc�s �poeta de la nueva generaci�n� ha escrito �ltimamente un libro con este t�tulo: Mourir de ne pes mourir.3 Otra alma ag�nica, como la de Unamuno, se agita en ese libro. Pero esta constataci�n nos mueve a otra: la de que el sabio sexagenario de Salamanca y el poeta superrealista de Par�s coinciden en Santa Teresa. Y en esto no es posible no ver un signo. Unamuno tiene algo de iluminado, algo de prof�tico. En su pensamiento se descubre siempre alguna vaga pero cierta anticipaci�n del porvenir. Varios a�os antes de la guerra, cuando el Occidente se mec�a a�n en sus ilusiones positivistas, cuando el esp�ritu de Sancho parec�a regir la historia, Don Miguel de Unamuno predic� el evangelio de Don Quijote. Entonces el mundo se cre�a lejano de un retorno al donquijotismo, de una vuelta al romanticismo. Y el evangelio de Unamuno no fue entendido sino por unos cuantos alucinados, por unos cuantos creyentes. Mas hoy que por los caminos del mundo pasa de nuevo el Caballero de la Triste Figura, son muchos los que recuerdan que el fil�sofo de Salamanca anunci� su venida. Que el maestro de Salamanca presinti� y augur� una parte de esta tragedia de Europa, de este Untergang des Abendlandes,4 de esta ago�n�a de la civilizaci�n occidental.

�Lo que yo te voy a exponer aqu�, lector, �dice Unamuno en su libro� es mi agon�a, mi lucha cristiana, la agon�a del cristianismo en m�, su muerte y su resurrecci�n en cada instante de mi vida�. �Qu� es el cristianismo, seg�n Unamuno? Unamuno afirma que Cristo vino a traernos la agon�a, la lucha y no la paz. Y nos remite a las palabras del Evangelio en que Jes�s nos dice que no trae la paz sino la espada y el fuego. Invocaci�n en la que tampoco est� solo. Nunca han parecido tan vivas como hoy estas palabras de Cristo. Giovanni Gentile, fil�sofo de la violencia, m�lite del fascismo, las ha arrojado como una tea en la batalla de su patria, en la agon�a de su Italia: �Non veni pacem mittere sed gladium. Ignem veni mittere in terram�.5 Voces que vienen de diferentes puntos del esp�ritu se encuentran sin buscarse, sin llamarse, combati�ndose, contrast�ndose.

Unamuno piensa, como es l�gico, que �hay que definir al cristianismo ag�nicamente, pol�mica�mente, en funci�n de lucha�. (As� es, sin duda, como hay que definir no s�lo al cristianismo sino toda religi�n, todo evangelio). �El cristianismo, la cristiandad �escribe Unamuno� desde que naci� en San Pablo, no fue una doctrina aunque se expresase dial�cticamente: fue vida, lucha, agon�a. La doctrina era el Evangelio, la Buena Nueva. El cristianismo, la cristiandad, fue una preparaci�n a la muerte y a la resurrecci�n, a la vida eterna�. Y, m�s adelante, agrega: �San Pablo, el jud�o fariseo espiritualista, busc� la resurrecci�n de la carne en Cristo, la busc� en la inmortalidad del alma cristiana, de la historia�. Y Unamuno, en este punto, nos advierte que por hist�rico no entiende lo real sino lo ideal.

Explic�ndonos su pensamiento sobre la histo�ria que, de "otra parte es realidad, tanto o m�s que la naturaleza", Unamuno recae en una inter�pretaci�n equivocada del marxismo. �Las doctrinas personales de Karl Marx �escribe� el jud�o saduceo que cre�a que las cosas hacen a los hombres, han producido cosas. Entre otras la actual Revoluci�n rusa�. Lenin estaba mucho m�s cerca de la realidad hist�rica cuando, al observ�rsele que se alejaba de. la realidad replic�: ��Tanto peor para la realidad!� Este mismo concepto sobre Marx hab�a aflorado ya en otros escritos del autor de La Agon�a del Cristianismo. Pero con menos precisi�n. En este nuevo libro reaparece en dos pasajes. Por consiguiente, urge contestarlo y rebatirlo.

La vehemencia pol�tica lleva aqu� a Unamu�no a una aserci�n arbitraria y excesiva. No; no es cierto que Karl Marx creyese que las cosas hacen a los hombres. Unamuno conoce mal el marxismo. La verdadera imagen de Marx no es la del mon�tono materialista que nos presentan sus disc�pulos. A Marx hace falta estudiarlo en Marx mismo. Las ex�gesis son generalmente falaces. Son ex�gesis de la letra, no del esp�ritu. �Y no es acaso Unamuno el m�s celoso en prevenirnos, a prop�sito del cristianismo, contra la inanidad y contra la falacia de la letra? En su libro, uno de los mejores cap�tulos es tal vez el que habla del verbo y la letra. �En San Pablo �dice Unamuno� el Verbo se hace letra, el Evangelio deviene libro, deviene Biblia. Y el protestantismo comienza la tiran�a de la letra. �La letra �agrega luego� es muerta: en la letra no se puede buscar la vida�. Marx no est� presente, en esp�ritu, en todos sus supuestos disc�pulos y herederos. Los que lo han continuado no han sido los pedantes profesores tudescos de la teor�a de la plusval�a, incapaces de agregar nada a la doctrina, dedicados s�lo a limitarla, a estereotiparla; han sido, m�s bien, los revolucionarios, tachados de herej�a, como Georges Sorel �otro agonizante dir�a Unamuno� que han osado enriquecer y desarrollar las consecuencias de la idea marxista. El "materialismo hist�rico" es mucho menos materialista de lo que com�nmente se piensa. Un fil�sofo liberal, un fil�sofo idealista, Benedetto Croce, le hace a este respecto plena justicia. �Es evidente �escribe Croce� que la idealidad o el absolutismo de la moral, en el sentido filos�fico de tales palabras, es premisa necesaria del socialismo. El inter�s que nos mueve a construir un concepto de la plusval�a. �no es acaso un inter�s moral o social, como se quiera llamarlo? En pura econom�a, �se puede hablar de plusval�a? �No vende el proletario su fuerza de trabajo propia por lo que vale, dada su situaci�n en la presente sociedad? Y, sin esta premisa moral, �c�mo se explicar�a junto con la acci�n pol�tica de Marx, el tono de violenta indignaci�n y de s�tira amarga que se advierte en cada p�gina de El Capital?�. Y Adriano Tilgher, que prologa una traducci�n de Unamuno al italiano �La Sfinge sonza Edipo6� en sus ensayos cr�ticos de marxismo y socialismo dice: �Marx no es un puro economista, ni un puro soci�logo, ni un puro historicista: �l no se contenta simplemente con describir la realidad social como era en sus tiempos y con extraer de la observaci�n del presente las leyes emp�ricas de sus transformaciones por venir: �l es esencialmente un revolucionario, cuya mirada est� obstinadamente fija en lo que debe ser�. Yo estoy seguro de que si Unamuno medita m�s hondamente en Marx descubrir� en el creador del materialismo hist�rico no un jud�o saduceo, materialista, sino, m�s bien, como un Dostoyevsky, un cristiano, un alma ag�nica, un esp�ritu pol�mico. Y que quiz� le dar� raz�n a Vasconcelos cuando afirma que el atormentado Marx est� m�s cerca de Cristo que el doctor de Aquino.

En este libro, como en todos los suyos, Unamuno concibe la vida como lucha, como combate, como agon�a. Esta concepci�n de la vida que contiene m�s esp�ritu revolucionario que muchas toneladas de literatura socialista nos har� siempre amar al maestro de Salamanca. �Yo siento �escribe Unamuno� a la vez la pol�tica elevada a la altura de la religi�n y a la religi�n elevada a la altura de la pol�tica�. Con la misma pasi�n hablan y sienten los marxistas, los revolucionarios. Aquellos en quienes el marxismo es esp�ritu, es verbo. Aqu�llos en quienes el marxismo es lucha, es agon�a.

 

 


NOTAS:

 

1 Publicado en Variedades: Lima, 2 de Enero de 1926. Y en Amauta: N� 1, pp. 35-36; Lima, setiembre de 1926.

2 Ruina, decadencia.

3 Morir de no morir.

4 Decadencia de Occidente.

5 No vine a traer la paz, sino la guerra. Vine a poner fuego en la tierra.

6 "La Esfinge sin Edipo".