OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

PERUANICEMOS AL PER�

 

LA CONSCRIPCION VIAL*


I
 

A prop�sito de diversos temas, he sostenido reiteradamente la tesis de la prioridad del problema del indio en la gradaci�n de los problemas nacionales. Y a prop�sito del regionalismo he precisado esa tesis afirmando que a la nueva generaci�n no le importaba la descentralizaci�n administrativa sino en la medida en que pudiese servir a la redenci�n del indio. Este es tambi�n, l�gicamente, el punto de vista desde el cual creo que se debe considerar la cuesti�n de la conscripci�n vial1.

La historia de la aplicaci�n de esta ley la presenta con demasiada evidencia como un instrumento o un motivo de expoliaci�n de la raza ind�gena. Aunque �ste no sea su esp�ritu, la conscripci�n vial no representa, pr�ctica y concretamente, otra cosa que un arma del gamonalismo, del feudalismo, contra el m�s extenso estrato social del Per�. Desde la abolici�n de la contribuci�n de ind�genas �una de las benemerencias de Castilla� ninguna otra carga ha pesado tan duramente sobre las espaldas de la raza.

La conscripci�n vial es una mita. En pa�ses donde la democracia iguala, por lo menos te�rica y jur�dicamente a los hombres, la conscripci�n vial puede aparecer como un servicio de todos los individuos aptos. En nuestro pa�s, por su estructura econ�mico-social, no puede constituir sino la servidumbre de una clase y de una raza. Se dir� que esto depende de la dificultad de obtener la aplicaci�n recta de la ley. Pero es que no debe hablarse a este respecto de dificultad; debe hablarse de imposibilidad. Nadie que conozca medianamente la realidad peruana puede creer posible que esta ley deje de ser empleada contra el indio. El abuso resulta, en este caso, absolutamente inevitable.

El simple hecho de que la conscripci�n vial haya sido establecida en la sierra desde su promulgaci�n, y que su extensi�n a la costa haya requerido un plazo de varios a�os, es un hecho que expresa bien claramente el car�cter de ley anti-ind�gena de esta ley que, de otro lado, no promete resolver el problema de la vialidad. 

II 

Jorge Basadre ha expuesto hace dos a�os, en un estudio que lo enaltece, la g�nesis de esta ley. A su sanci�n por el parlamento no se arrib� despu�s de un examen, m�s o menos atento, de su trascendencia doctrinal ni de su valor pr�ctico. Como acontece casi siempre en el Per�, la elabo�raci�n de esta ley no tuvo un proceso cohe�rente y org�nico. El proyecto no encarna�ba una orientaci�n ni un programa del go�bierno de entonces. Su �nica levadura fue el entusiasmo meritorio ciertamente, del in�geniero don Enrique Coronel Zegarra, sena�dor de la rep�blica, por una pol�tica de vialidad. El se�or Coronel Zegarra, logr� con�tagiar a la mayor�a de sus colegas de parla�mento su esperanza en la conscripci�n vial. Y el congreso, sin m�s estudio que el unila�teral y fragmentario de sus comisiones, la adopt� despu�s de un desganado y super�ficial debate.

El servicio vial obligatorio no es, natu�ralmente, un producto del numen de sus legisladores y propugnadores peruanos. El Per� lo ha tomado �ntegra y literalmente en pr�stamo de pa�ses social y pol�ticamente diversos. Se trata de uno de esos trasplan�tes, de una de esas copias de que est� plaga�da nuestra historia. �Por qu� no se ha denun�ciado su exotismo con la misma aprensi�n con que se denuncia el de las filtraciones de una nueva ideolog�a? Por la sencilla ra�z�n de que este trasplante, esta copia, no solamente no contrasta ni molesta a los in�tereses conservadores sino, por el contra�rio, los favorece. No faltar�, tal vez, quien defendiendo la conscripci�n vial, invoque la tradici�n econ�mico-pol�tica del Per�. �Una vuelta a la mita no es una vuelta a nuestro pasado? �Qu� importa que este pasado sea el pasado colonial! La colonia y su herrumbre tienen todav�a bastantes cantores. Quedan a�n demasiados sup�rstites del m�s recal�citrante pasadismo. 

III 

Nadie discute, nadie contesta el argu�mento de que el problema de la econom�a peruana es, en gran parte, un problema de v�as de transporte. Pero esto no basta como defensa de la conscripci�n vial. Un estudio concienzudo de la experiencia de este servi�cio y de sus posibilidades inmediatas con�ducir�a, seguramente, a la convicci�n de que a este precio de dolor y sufrimiento de su raza aborigen no comprar� el Per� la so�luci�n de tal problema. No es necesario ser un t�cnico para darse cuenta, al respecto, de estos hechos fundamentales: 1�� Que las obras efectuadas distrital y provincialmen�te mediante este reclutamiento no respon�den, sino en muy aislados casos, a un cri�terio t�cnico. 2�� Que su ejecuci�n est� su�bordinada a la ignorancia unas veces, al in�ter�s otras, de las gentes inexpertas que las dirigen. 3�� Que el servicio vial, por consi�guiente, representa desde este punto de vis�ta rigurosamente objetivo y utilitario, un despilfarro de energ�a y de trabajo hu�manos.

Si en econom�a lo inteligente y lo cien�t�fico es evitar toda p�rdida de energ�a, to�do malgastamiento de trabajo, el servicio vial obligatorio resulta condenado hasta por el mismo criterio, meramente econ�mi�co y materialista sobre el que, en aparien�cia, se apoya. El desequilibrio entre el es�fuerzo y el resultado no puede ser mayor. El Per� moviliza durante doce d�as al a�o a todos sus hombres aptos, entrabando y atacando actividades sin duda m�s reproductivas, para alcanzar un insignificante, y en parte ef�mero progreso en la construc�ci�n de su red de caminos vecinales. (La apertura de los caminos nacionales y regio�nales, por motivos m�ltiples, es una empre�sa superior a los medios de la conscrip�ci�n vial). 

IV 

Contra la conscripci�n vial se pronun�cian, por ende, la raz�n moral y la raz�n pr�ctica. La protesta contra este servicio, o esta mita, plantea, adem�s, una cuesti�n de derecho. Una ley necesita reposar, en el con�senso, o, por lo menos, en la tolerancia de la opini�n. Y la resistencia a la conscrip�ci�n vial no deja lugar a, dudas sobre el sentimiento p�blico respecto a este servi�cio. La raza ind�gena cuando ha sido invi�tada a hablar, ha hablado en t�rminos de�masiado categ�ricos. El congreso ind�ge�na, entre otras reivindicaciones, formul� hace dos a�os la de la derogaci�n de esta ley. El indio, la sierra, se han declarado con�tra la conscripci�n vial. La costa, que no la sufre ni la sufrir� jam�s con el mismo ri�gor que la sierra, est� votando tambi�n en contra.

 

 


NOTAS:

* Publicado en Mundial, Lima, 5 de marzo de 1926.

1 V�ase, a este respecto, 7 Ensayos, "El Problemas del Indio, Sumaria revisi�n hist�rica", p�gs. 44-49, Volumen 2 de la primera serie Popular (N. de los E.)