OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

PERUANICEMOS AL PER�

 

 

EN LA LITERATURA Y EN EL ARTE


I
 

En el terreno de la literatura y del arte, quienes no gusten de aventurarse en otros campos percibir�n f�cilmente el sentido y el valor nacionales de todo positivo y aut�n�tico vanguardismo. Lo m�s nacional de una literatura es siempre lo m�s hondamente, re�volucionario. Y esto resulta muy l�gico y muy claro.

Una nueva escuela, una nueva tenden�cia literaria o art�stica busca sus puntos de apoyo en el present�. Si no los encuentra perece fatalmente. En cambio las viejas es�cuelas, las viejas tendencias se contentan de representar los residuos espirituales y for�males del pasado.

Por ende, s�lo concibiendo a la naci�n como una realidad est�tica se puede supo�ner un esp�ritu y una inspiraci�n m�s na�cionales en los repetidores y rapsodas de un arte viejo que en los creadores o invento�res de un arte nuevo. La naci�n vive en los precursores de su porvenir mucho m�s que en los sup�rstites de su pasado. 

II 

He tenido ya ocasi�n de sostener que en el movimiento futurista italiano no es posible, no reconocer un gesto espont�neo del genio de Italia y que los iconoclastas que se propon�an limpiar Italia de sus museos, de sus ruinas, de sus reliquias, de todas sus cosas venerables estaban movidos en el fondo por un profundo amor a Italia.

El estudio de la biolog�a del futurismo italiano conduce irremediablemente a esta constataci�n. El futurismo ha representado, no como modalidad literaria y art�stica, sino como actitud espiritual, un instante de la conciencia italiana. Los artistas y escrita res futuristas, insurgiendo estrepitosa y destempladamente contra los vestigios del pasado, afirmaban el derecho y la aptitud de Italia para renovarse y superarse en la literatura y en el arte.

Cumplida esta misi�n, el futurismo ces� de ser, como en sus primeros tiempos, un movimiento sostenido por los m�s puros y altos valores art�sticos de Italia. Pero subsisti� el estado de �nimo que hab�a suscitado. Y en este estado de �nimo se prepar�, en parte, el fen�meno fascista, tan acendradamente nacional en sus ra�ces seg�n sus apologistas. El futurismo se hizo fascista porque el arte no domina a la pol�tica. Y sobre todo porque fueron los fascistas quienes conquistaron Roma. Mas, con id�ntica facilidad, se habr�a hecho socialista, si se hubiese realizado, victoriosamente, la revoluci�n proletaria. Y en este caso, su suerte habr�a sido diferente. En vez de desaparecer definitivamente, como movimiento o escuela art�stica, (esta ha sido la suerte que le ha tocado bajo el fascismo), el futurismo habr�a logrado entonces un renacimiento vigoroso. El fascismo, despu�s de haber explotado su impulso y su esp�ritu, ha obligado al futurismo a aceptar sus principios reaccionarios, esto es a renegarse a s� mismo te�rica y pr�cticamente. La revoluci�n, en tanto, habr�a estimulado y acrecentado su voluntad de crear un arte nuevo en una sociedad nueva.

Esta ha sido, por ejemplo, la suerte del futurismo en Rusia. El futurismo ruso constitu�a un movimiento m�s o menos gemelo del futurismo italiano. Entre ambos futurismos existieron constantes y estrechas relaciones. Y as� como el futurismo italiano sigui� al fascismo, el futurismo ruso se adhiri� a la revoluci�n proletaria. Rusia es el �nico pa�s de Europa donde, como lo constata con satisfacci�n Guillermo de Torre, el arte futurista ha sido elevado a la categor�a de arte oficial.

En Rusia esta victoria no ha sido obtenida a costa de una abdicaci�n. El futurismo en Rusia ha continuado siendo futurismo. No se ha dejado domesticar como en Italia. Ha seguido sinti�ndose factor del porvenir. Mientras en Italia el futurismo no tiene ya un s�lo gran poeta en plena beligerancia iconoclasta y futurista, en Rusia Mayakowski, cantor de la revoluci�n, ha alcanzado en este oficio sus m�s perdurables triunfos. 

III 

Pero para establecer m�s exacta y precisamente el car�cter nacional de todo vanguardismo, tornemos a nuestra Am�rica. Los poetas nuevos de la Argentina constituyen un interesante ejemplo. Todos ellos est�n nutridos de est�tica europea. Todos o casi todos han viajado en uno de esos vagones de la Compagnie des Grands Expres Europ�ens que para Blaise Centrars, Valery Larbaud y Paul Morand son sin duda los veh�culos de la unidad europea adem�s de los elementos indispensables de una nueva sensibilidad literaria.

Y bien. No obstante esta impregnaci�n de cosmopolitismo, no obstante su concepci�n ecum�nica del arte, los mejores de estos poetas vanguardistas siguen siendo los m�s argentinos. La argentinidad de Girondo, G�iraldes, Borges, etc., no es menos evidente que su cosmopolitismo. El vanguardismo literario argentino se denomina "martinfierrismo". Quien alguna vez haya le�do el peri�dico de ese n�cleo de artistas, Mart�n Fierro, habr� encontrado en �l al mismo tiempo que los m�s recientes ecos del arte ultra moderno de Europa, los m�s aut�nticos acentos gauchos.

�Cu�l es el secreto de esta capacidad de sentir las cosas del mundo y del terru�o? La respuesta es f�cil. La personalidad del artista, la personalidad del hombre, no se realiza plenamente sino cuando sabe ser su�perior a toda limitaci�n. 

IV 

En la literatura peruana, aunque con menos intensidad, advertimos el mismo fen�meno. En tanto que la literatura peruana conserv� un car�cter conservador y acad�mico, no supo ser real y profundamente peruana. Hasta hace muy pocos a�os, nuestra literatura no ha sido sino una modesta colonia de la literatura espa�ola. Su transformaci�n, a este respecto como a otros, empieza con el movimiento "Col�nida". En Valdelomar se dio el caso de literato en quien se juntan y combinan el sentimiento cosmopolita y el sentimiento nacional. El amor snobista a las cosas y a las modas europeas no sofoc� ni atenu� en Valdelomar el amor a las r�sticas y humildes cosas de su tierra y de su aldea. Por el contrario, contribuy� tal vez a suscitarlo y exaltarlo.

Y ahora el fen�meno se acent�a. Lo que m�s nos atrae, lo que m�s nos emociona tal vez en el Poeta C�sar Vallejo es la trama ind�gena, el fondo aut�ctono de su arte. Vallejo es muy nuestro, es muy indio. El hecho de que lo estimemos y lo comprendamos no es un producto del azar. No es tampoco una consecuencia exclusiva de su genio. Es m�s bien una prueba de que, por estos caminos cosmopolitas y ecum�nicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez m�s a nosotros mismos.