OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

    

LA DEMOCRACIA CATOLICA

 

 

El compromiso entre la Democracia y la Iglesia Catolica, despu�s de haber cancelado y curado rencores rec�procos, ha producido en Europa un partido po�tico de tipo m�s o menos internacionales que, en varios pa�ses, intenta un ensayo de reconstrucci�n, social sobre bases democr�ticos y cristianos.

Esta democracia cat�lica catolicismo democr�tico ha prosperado, marcadamente, en la Europa Central. En Alemania, donde se llama centro cat�lico, uno de los grandes conductores, Erzberger, que muri� asesinado por un pangermanista, tuvo una figuraci�n principal en los primeros a�os de la rep�blica. En Austria gobiernan los dem�cratas cat�licos. En Francia, en cambio, los cat�licos andan dispersos y mal avenidos. Algunos, los de la nobleza orleanista,1 militan en los rangos de Maurras y L'Action Franaise.2 Otros, de filiaci�n republicana, se diluyen en los partidos del bloque nacional. Otros, finalmente, siguen una orientaci�n democr�tica y pacifista. El l�der de estos �ltimos elementos es el diputado Marc Sagnier, propugnador, fervoroso y m�stico, de una reconciliaci�n franco-alemana.

Pero ha sido en Italia donde la democracia cat�lica ha tenido una actividad m�s vigorosa, conocida y caracter�stica que en ning�n otro pueblo. La concentr� y la moviliz� hace cinco a�os, con el nombre de partido popular o populista, Don Sturzo, un cura de capacidad organizadora y de sagaz inteligencia. Y el sumario de su historia, ilustra claramente el car�cter y el contenido internacionales de esta corriente pol�tica.

Antes de 1919 los cat�licos italianos no interven�an en la pol�tica como partido. Su confesionalismo se lo vedaba. Los sentimientos de la resistencia y de la lucha contra el liberalismo, autor de la unidad italiana bajo la dinast�a de la casa Saboya, estaban a�n demasiado vivos. El liberalismo aparec�a a�n un tanto impregnado de esp�ritu anticlerical y mas�nico. Los cat�licos se sent�an ligados a la actitud del Vaticano ante el estado italiano. Entre los cat�licos y los liberales, un pacto de paz hab�a sedado algunas ac�rrimas discrepancias. M�s entre unos y otros se interpon�a el recuerdo y las consecuencias del Veinte de Setiembre3 hist�rico.

La guerra, liquidada con escasa ventaja para Italia, prepar� el retorno oficial de los cat�licos a la pol�tica italiana. Las antiguas facciones liberales, desacreditadas por los desabrimientos de la paz, hab�an perdido una parte de su autoridad. Las masas aflu�an al socialismo, decepcionadas de la idea liberal y de sus hombres. Don Sturzo aprovech� la ocasi�n para atraer una parte del pueblo a la idea cat�lica, convenientemente modernizada y diestramente ornamentada con motivos democr�ticos. Ten�a Don Sturzo regimentados ya en ligas y sindicatos a los trabajadores cat�licos, que, si eran minor�a en la ciudad, abundaban y predominaban a veces en el campo. Estas asociaciones de trabajadores, a los cuales Don Sturzo y sus tenientes hablaban un lenguaje un tanto te�ido de socialismo, fueron la base del Partido Popular. A ellas se superpusieron los elementos cat�licos de la burgues�a y aun muchos de la aristocracia, opuestos antes a toda aceptaci�n formal del r�gimen fundado por V�ctor Manuel, Garibaldi, Cavour y Mazzini.

El nuevo partido, a fin de poder colaborar libremente con este r�gimen, declar� en su programa su independencia del Vaticano. Pero esta era una cuesti�n de forma. Se trataba, te�rica y pr�cticamente, de un grupo cat�lico, destinado a usar su influencia pol�tica en la reconquista por la Iglesia de algunas posiciones morales �la Escuela sobre todo� de las cuales la hab�an desalojado cincuenta a�os de pol�tica demo-mas�nica.

Favorecido por las mismas circunstancias ambientales y las mismas coyunturas pol�ticas que auspiciaron su nacimiento, el partido cat�lico italiano obtuvo una estruendosa victoria en las elecciones de 1919. Conquist� cien asientos en la C�mara. Pas� a ser el grupo m�s numeroso en el parlamento, despu�s de los socialistas due�os de ciento cincuentais�is votos. La colaboraci�n de los populares result� indispensable para el sostenimiento de un gobierno mon�rquico. Nitti, Giolitti, Bonomi y Pacta se apoyaron, sucesivamente, en esta colaboraci�n. El Partido Popular era la base de toda combinaci�n ministerial. En las elecciones de 1921 los diputados populares aumentaron de 101 a 109. El volumen pol�tico de Don Sturzo, secretario general y l�der de los populares, creci� extraordinariamente.

Pero la solidez del partido cat�lico italiano era contingente, temporal, precaria. Su composici�n ostensiblemente heterog�nea conten�a los g�rme�nes de una escisi�n inevitable. Los elementos derechistas del partido, a caus� de sus intereses eco�n�micos, tend�an a una pol�tica antisocialista. Los elementos izquierdistas, sostenidos por nume�rosas falanjes campesinas, reclamaban, por el contrari�, un rumbo social-democr�tico: La cohe�si�n, la unidad de la democracia cat�lica italiana depend�an, consiguientemente, de la persistencia de una pol�tica centrista en el gobierno. Apenas prevaleciera la derecha reaccionaria, o la izquier�da revolucionaria, el centro, eje del cual eran los populares, ten�a que fracturarse.

Con el desarrollo del movimiento fascista, o sea de la amenaza reaccionaria, se inici�, por esto, la crisis del Partido Popular. Miglioli y otros lideres de la izquierda cat�lica trabajaron a favor de una coalici�n popular-socialista llamada a re�forzar decisivamente la pol�tica centrista y evolucionista. Una parte del Partido Socialista, aban�donado ya por los comunistas, era igualmente favorable a la formaci�n de un bloque de los popu�lares, los socialistas y los nittianos. Se advert�a, en uno y otro sector que s�lo este bloque pod�a resistir v�lidamente la ola, fascista. Pero los es�fuerzos tendientes a crearlo eran neutralizados, de parte de los populares por la acci�n de la co�rriente conservadora, de parte de los socialistas por la acci�n de la corriente revolucionaria, re�beldes ambas a juntarse en un cauce centrista.

M�s tarde, la inauguraci�n de la dictadura fas�cista, el ostracismo de la pol�tica democr�tica, dieron un golpe fatal al partido de Don Sturzo. Los populares capitularon ante el fascismo. Le dieron la colaboraci�n de sus hombres en el go�bierno y de sus votos en el parlamento. Y esta colaboraci�n trajo aparejada la absorci�n por el fascismo de las capas conservadoras del Partido Popular. Mediante una pol�tica de coqueter�as con el Vaticano y de concesiones a la Iglesia, en la ense�anza, Mussolini se atrajo a la derecha cat�lica. Sus ataques a las conquistas de los trabajadores y sus favores a los intereses de los capitalistas, engendraron, en cambio, en la zona obrera del Partido Popular una creciente oposici�n a los m�todos fascistas. A medida que se acercaban las elecciones, esta crisis se agravaba.

Actualmente, la democracia cat�lica italiana est� en pleno per�odo de disgregaci�n. La derecha se ha plegado al fascismo. El centro, obediente a Don Sturzo, ha reafirmado su filiaci�n democr�tica.

La posici�n hist�rica de los partidos cat�licos en los otros pa�ses es sustancialmente la misma. La fortuna de esos partidos est� indisolublemente ligada a la fortuna de la pol�tica centrista y democr�tica. Ah� donde esta pol�tica es vencida por la pol�tica reaccionaria, la democracia cat�lica languidece y se disuelve. Y es que la crisis pol�tica contempor�nea no es, en particular, una crisis de la democracia irreligiosa sino, en general, una crisis de la democracia capitalista. Y, en consecuencia, de nada le sirve a �sta reemplazar su traje laico por un traje cat�lico. En estas cosas, como en otras, el h�bito no hace al monje.  


NOTAS:

1 Partidarios de los descendientes de Luis Felipe de Orleans, rey en 1830 por una revoluci�n contra Carlos X, de la Casa de Borb�n.

2 Ver I. O.

3 El 20 de Setiembre de 1870 las tropas regulares del Estado italiano entraron a Roma, batiendo a la guardia pontificia y consumando la unidad pol�tica de Italia.