OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

     

EL PACTO DE SEGURIDAD

 

 

El Occidente europeo busca un equilibrio. Hasta ahora ninguna receta conservadora ni reformista consigue d�rselo.

Francia quiere una garant�a contra la revancha alemana. Mientras esta garant�a no le sea ofrecida, Francia velar� armada con la espada en alto. Y el ruido de sus armas y de sus alertas no dejara trabajar tranquilamente a las otras naciones europeas. Europa siente, por ende, la necesidad urgente de un acuerdo que le permita reposar de esta larga vigilia guerrera. La propia Francia que, a pesar de sus b�licos chanteclers.1 es en el fondo una naci�n pac�fica, siente tambi�n esta necesidad. El peso de su armadura de guerra la exten�a.

El eje de un equilibrio europeo son las relaciones franco-alemanas. Para que Europa pueda convalecer de su crisis b�lica, es indispensable que entre Francia y Alemania se pacte, si no la paz, por lo menos una tregua: Pero esta tregua necesita fiadores. Francia pide la fianza de la Gran Breta�a. De esto, que es lo que se designa con el nombre de pacto de seguridad, se convers� a entre Lloyd George y Briand en Cannes. Mas a la mayor�a parlamentaria del bloque nacional un pacto de seguridad, en las condiciones entonces esbozadas, le pareci� insuficiente. Briand fue reemplazado por Poincar�, quien durante un largo plazo, en vez de una pol�tica de tregua, hizo una pol�tica de guerra.

Cuando el experimento laborista en Inglate�rra y las elecciones del 11 de mayo en Francia2 engendraron la ilusi�n de que se inauguraba en Europa una era social-democr�tica, renaci� la moda de todas las grandes palabras de la democracia: Paz, Arbitraje, Sociedad de las Naciones, etc. En esta atm�sfera se incub� el protocolo de Ginebra que, instituyendo el arbitraje obligato�rio, aspiraba a realizar un anciano ideal de la de�mocracia. El protocolo de Ginebra correspond�a plenamente a la mentalidad de una pol�tica cu�yos m�s altos conductores eran Mac Donald y Herriot.

Liquidado el experimento laborista, se ensom�breci� de nuevo la faz de la pol�tica europea. El .protocolo de Ginebra, que no significaba la paz ni representaba siquiera la tregua, fue enterrado. Se volvi� a la idea del pacto de seguridad. Briand, Ministro de Negocios Extranjeros del ministerio de Poincar�, reanud� el di�logo interrum�pido en Cannes. On revient toujour a ses premiers amours.3

Pero la discusi�n demostr� que, para un pacto de seguridad, no basta el acuerdo exclusivo de Inglaterra, Francia, Alemania y B�lgica. No se trata s�lo de la frontera del Rhin. Las naciones que est�n al otro lado de Alemania, y que el tra�tado de paz ha beneficiado territorialmente, a expensas del imperio vencido, exigen la misma ga�rant�a que Francia. Polonia y Checoeslovaquia pretenden estar presentes en el pacto. Y Francia, que es su protectora y su madrina, no puede de�sestimar la reivindicaci�n de esos estados. Por otra parte Italia, dentro de cuyos nuevos confines el tratado de paz ha dejado encerrada una mi�nor�a alemana, reclama el reconocimiento de la intangibilidad de esa frontera. Y se opone a todo pacto que' no cierre definitivamente el camino a la posible uni�n pol�tica de Alemania y Austria.

Alemania, a su turno, se defiende. No quiere suscribir ning�n tratado que cancele su derecho a una rectificaci�n de sus fronteras orientales. Se declara dispuesta a dar satisfacci�n a Fran�cia, pero se niega a dar satisfacci�n a toda Eu�ropa.

Para Alemania, suscribir un tratado, en el cual acepte como definitivas las fronteras que le se�a�l� la paz de Versalles, equivaldr�a a suscribir por segunda vez, sin la presi�n guerrera de la primera, su propia condena. Durante la crisis post-b�lica, mucho se ha escrito y se ha hablado sobre la incalificable dureza del tratado de Versalles. Los pol�ticos y los ide�logos, propugnado�res de un programa de reconstrucci�n europea, han repetido, hasta lograr hacerse o�r por mucha gente, que la revisi�n del tratado de Versalles es una condici�n esencial y b�sica de un nuevo equilibrio internacional. Esta idea ha ganado mu�chos pros�litos. La causa de Alemania en la opi�ni�n mundial ha mejorado, en suma, sensible�mente. Es absurdo, por todas estas razones, pre�tender que Alemania refrende, sin compensaci�n, las condiciones vejatorias de la paz de Versalles. El estado de �nimo de Alemania no es hoy, de otro lado, el mismo de los d�as angustiosos del armisticio. Las responsabilidades de la guerra se han esclarecido en los �ltimos seis a�os. Alema�nia, con documentaci�n propia y ajena, puede probar, en una nueva conferencia de la paz, que es mucho menos culpable de lo que en Versalles parec�a.

Los pol�ticos de la democracia y de la refor�ma aprovechan del tema del pacto de seguridad para proponer a sus pueblos una meta: la orga�nizaci�n de los Estados Unidos de Europa. Unicamente �dicen� una pol�tica de cooperaci�n internacional puede asegurar la paz a Europa. Pero la verdad es que no hay ning�n indicio de que las varias burgues�as europeas, intoxicadas de nacionalismo, se decidan a adoptar este cami�no. Inglaterra no parece absolutamente inclinada a sacrificar algo de su rol imperial ni de su ego�s�mo insular. Italia, en los discursos megal�manos del fascismo, reivindica consuetudinariamente su derecho a renacer como imperio.

Los Estados Unidos de Europa aparecen, pues, en el orden burgu�s, como una utop�a. Aun en el caso de que el tratado de seguridad obtenga la adhesi�n leal de todos los Estados de Europa, quedar� siempre fuera de este sistema o de este compromiso la mayor naci�n del continente: Rusia. No se constituir� por tanto u�a asociaci�n destinada a asegurar la paz sino, m�s bien, a organizar la guerra. Porque, como una consecuencia natural de su funci�n hist�rica, una liga de estados europeos que no comprenda a Rusia tiene que ser, te�rica y pr�cticamente, una liga contra Rusia. La Europa capitalista tiende rada d�a m�s a excluir a Rusia de los confines morales de la civilizaci�n occidental. Rusia, por su parte sobre todo desde que se ha debilitado su esperanza en la revoluci�n europea, se repliega hacia Oriente. Su influencia moral y material crece r�pidamente en Asia. Los pueblos orientales, desde hace mucho tiempo, se interesan mas por el ejemplo ruso que por el ejemplo occidental. En estas condiciones, los Estados Unidos de Europa, si se constituyesen, reemplazar�an el peligro de una guerra continental por la certidumbre de un descomunal conflicto entre Oriente y Occidente.


NOTAS:

1 Cantantes populares, simbolizados en el gallo franc�s.

2 En 1924, triunf� el Cartel de las izquierdas, anticipo del Frente Popular de 1936.

3 Se vuelve siempre al primer amor.