OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

   

      

ALEJANDRO BLOK

 

 

En 1917 el Occidente ignoraba todav�a al mayor poeta ruso del siglo XX. La revoluci�n comunista se lo revel�. Los poemas inspirados a Blok por la revoluci�n �Los Escitas y Los Doce� fueron los primeros poemas suyos traducidos y difundidos en varias lenguas occidentales. La celebridad de Blok empez� con estos poemas. Los p�blicos occidentales de 1920 se interesaban m�s por el, bolchevique que por el poeta. Y Blok, en verdad, no era bolchevique. Sobre todo, no lo hab�a sido nunca antes de 1918. En cambio era, y hab�a sido siempre, un poeta. Una curiosidad y una inquietud, comunes a todos los intelectuales y a todos los artistas rusos de su tiempo, lo hab�an acercado a grupos y revistas que se ocupaban de temas sociales y pol�ticos. Pero su psicolog�a y su temperamento no le hab�an consentido sentir, apasionada y exaltadamente, la pol�tica y sus problemas. Su pensamiento pol�tico era oscuro y confuso. Blok daba a veces la impresi�n de razonar reaccionariamente. En los �ltimos a�os perteneci� a la izquierda del partido socialista revolucionario. No milit� nunca en el partido bolchevique. Poeta simbolista, su arte se nutri�, antes de la revoluci�n, de nostalgias aristocr�ticas.

Su m�s intensa vida intelectual y art�stica trascurri� entre dos fechas culminantes de la historia de este siglo: 1905 y 1917. Estas dos fechas encierran el per�odo en el cual se incub� la revoluci�n bolchevique. El fracaso de la revoluci�n de 1905 cre� en Rusia una atm�sfera sentimental de pesimismo y de desesperanza. La literatura rusa de ese tiempo es tr�gicamente nihilista y negativa. Es la literatura de una derrota. Se clasifica como uno de los documentos de esa crisis del alma rusa una novela de Arzibachev: Sanin. Esta y otras novelas de Arzibachev, El Extremo L�mite, por ejemplo, reflejan un humor enfermo y neur�tico. Pasan por sus escenas sombras de dolientes suicidas. Y en este mundo ab�lico y alcoh�lico, discurre insolente y befardo, un personaje c�nico y sensual que se propone vivir super-humanamente. Crisis de individualismo y de pesimismo disolventes y corrosivos. Andreiev y sus agonistas son tambi�n un producto de esta neurastenia.

Blok, principalmente, se parec�a a uno de esos personajes atormentados, m�sticos y d�biles de Sanin. Tal es, por lo menos, el retrato que de �l nos han ofrecido, despu�s de su muerte, algunos contempor�neos suyos. Z. Hippius, que trat� a Blok entre 1901 y 1918, nos cuenta algunos cap�tulos de su romance. Blok, en el croquis de la Hippius, es un gran enfant1 hiperest�sico, bueno, un poco triste, preocupado por todo lo indecible, desprovisto de voluntad y de impulso. La Hippius presiente en �l, desde los primeros encuentros, un hombre dulcemente tr�gico. Su vida se anuncia gris, p�lida, est�ril. Y Blok acepta este destino sin rebeld�a y sin protesta. Una de las caracter�sticas de su psicolog�a parece ser, seg�n el re- lato de la Hippius, la no defensa. El matrimonio, la filosof�a, el alcohol y, un poco la pol�tica, se combinan, m�s tarde, en su destino. Hay un instante, sin embargo, en que la vida y el alma de Alejandro Blok se iluminan s�bitamente. Es el instante en que su esposa le da un hijo. Su existencia adquiere entonces una pulsaci�n nueva. Cesa, por un momento, de ser una existencia sin objeto y sin esperanza. Pero el ni�o nace condenado a muerte. Y muere a los diez d�as de su nacimiento. El destino del poeta vuelve a ensombrecerse. Blok parte para un viaje. El viaje es para su tristeza un alcohol nuevo. Blok se embriaga, se abandona, se fastidia. Retorna a Petrogrado m�s lun�tico y m�s taciturno que antes. Llegan los tiempos de la guerra. Viene, despu�s, la revoluci�n. Y, por segunda vez, Blok descubre una estrella. La Hippius, contrarrevolucionaria ac�rrima y rencorosa, nos dice que en esos d�as Blok hablaba como en los d�as del nacimiento de su hijo. La revoluci�n era otra cosa que nac�a en su vida y, acaso, en parte de su vida. El dormido elan vital de Blok despert� para ordenar al poeta que se entregase �ntegro a la revoluci�n. Fue por este camino que Alejandro Blok, poeta simbolista, de esp�ritu y estirpe aristocr�ticos, se sum� al bolchevismo. La pobre Hippius llama a esta repentina, imperiosa e irresistible inspiraci�n, "su ca�da". Su "profunda y dolorosa ca�da" escribe la Hippius, con una compasi�n conmovedoramente sincera y est�pida.

Los d�as m�s exaltados, m�s febriles, m�s intensos de la vida y la poes�a de Alejandro Blok fueron, sin duda, los de la revoluci�n. Pero para el poeta de Los Doce y de Los Excitas este acontecimiento arrib� demasiado tarde. Blok no pod�a ya rehacer su vida. La revoluci�n reclamaba esfuerzos heroicos. Blok sinti� muy pronto que en este esfuerzo, en esta tensi�n, se romp�an su alma y su cuerpo exhaustos. En la llama devoradora de la revoluci�n se qued� la �ltima brizna de su voluntad. Blok muri� en 1921, deshecho, quebrado, vencido por el postrer esfuerzo.

M�ximo Gorki ha escrito �ltimamente su recuerdo de Blok. Este recuerdo est� casi totalmente ocupado por un di�logo de Gorki y Blok en un jard�n de Petrogrado. Di�logo en el cual Blok se mostr�, como siempre, torturado, obsesionado por su af�n de discutir y comprender el sentido de la vida, de la muerte, del amor. Gorki interrogado, respondi� que estos eran pensamientos �ntimos que �l guardaba para s�. "Hablar de m� mismo es un arte sutil que yo no poseo". Blok se exasper�: "Usted esconde lo que usted piensa del esp�ritu de la verdad. �Por qu�?" Y, despu�s de un rato de divagaci�n neurast�nica, torn� a interrogar a Gorki: "�Qu� piensa usted de la inmortalidad, de la posibilidad de la inmortalidad?" La respuesta metaf�sicamente materialista de Gorki le pareci� un poco ininteligible y un poco humor�stica. Luego, baraj� sombr�amente algunas ideas penetrantes, pero in�tiles para componer una concepci�n positiva de la vida. Y cay� en una desolaci�n acerba. "�Si nosotros pudi�ramos cesar completamente de pensar aunque no fuese sino durante diez arios! Extinguir este fuego enga�ador que nos atrae siempre m�s adentro en la noche del mundo y escuchar con nuestro coraz�n la armon�a universal. El cerebro, el cerebro... Es un �rgano poco seguro, monstruosamente grande, monstruosamente desarrollado. Hinchado como un bocio". Blok se planteaba  a s� mismo incesantemente todas, las cuestiones. Una de las que m�s le preocupaba, en los �ltimos tiempos; era la de la posici�n y el deber de los, intelectuales frente a la revoluci�n social. Blok sab�a y sent�a cu�l era el mal de los intelectuales. Reconoc�a en �l su propio mal. Lo defin�a, lo diagnosticaba con una clarividencia tr�gica de alucinado. No ignoraba absolutamente nada de su debilidad y su impotencia. En uno de sus ensayos, revelados al Occidente despu�s de su muerte, explica as� su tragedia: "La l�nea que separa a los intelectuales del pueblo de Rusia, �es verdaderamente una l�nea infranqueable? En tanto que subsista esta barreta los intelectuales est�n condenados a errar, a agitarse vanamente, a degenerar n c�rculo sin salida. La inteligencia no tiene, ninguna raz�n de renegarse a s� misma mientras, no crea que pueda haber en esta actitud una directa necesidad vital. No solamente le es imposible renegarse. Sino que puede confirmar todas sus flaquezas, basta la flaqueza del suicidio. �Qu� replicar� yo a un hombre � quien conduce al suicidio las exigencias de su individualismo, de su demonismo, de su est�tica o, en fin, la muy corriente inducci�n de la desesperanza y de la angustia? �Qu� objetar�, si yo mismo amo la est�tica, el individualismo y la desesperanza; si yo mismo, como �l, soy un intelectual? �Si no hay en m� nada que yo pueda amar m�s que esta predilecci�n amorosa del individualismo, m�s que mi angustia que acompa�a siempre, como una sombra, esta predilecci�n?" Y precisa Blok en el mismo ensayo, el contraste entre el alma del intelectual y el alma de las masas: "Si los intelectuales se impregnan cada d�a m�s de la voluntad de muerte, el pueblo desde tiempos lejanos porta en s�, la voluntad de vida. Se comprende, pues, por qu� a�n el incr�dulo se dirija a veces hacia el pueblo pidi�ndole la fuerza de vivir: obra simplemente por instinto de conservaci�n, pero encuentra el silencio, el desprecio, una indulgente piedad: es detenido ante la l�nea inaccesible; se rompe tal vez contra algo m�s terrible que lo que pod�a prever". El poeta de Los Doce y de Los Escitas quiso, en estos poemas, ser el poeta de la revoluci�n rusa. No fue su culpa si no pudo serlo por mucho tiempo. Su alma hab�a absorbido, en treintiocho a�os, todos los venenos de una �poca de decadencia. Y su conciencia, l�cida y sensible, se sent�a irremediablemente envenenada.           

Pero su destino quiso que su poes�a saludara el alba de la �poca nueva. El poeta tuvo, al final de su existencia, un instante de exaltaci�n y de plenitud. Despu�s, se irgui� ante �l la barrera infranqueable. Las manos transidas de Blok, torc�an ya, tal vez, la cuerda del suicidio, cuando arrib� sola la muerte.


NOTAS:

1 Infante, ni�o.