OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA NOVELA Y LA VIDA

       

       

LA CIVILIZACI�N Y EL CABALLO1

 

El indio jinete es uno de los testimonios vivientes en que Luis E. Valc�rcel apoya, en su libro Tempestad en los Andes2 su evangelio �s�, evangelio: buena nueva� del "nuevo indio". El indio a caballo constituye, para Valc�rcel, un s�mbolo de carne. �El indio a caballo �escribe Valc�rcel� es un nuevo indio, altivo, libre, propietario, orgulloso de su raza, que des�de�a al blanco y al mestizo. Ah� donde el indio ha roto la prohibici�n espa�ola de cabalgar, ha roto tambi�n las cadenas�. El escritor cuzque�o parte de una valoraci�n exacta del papel del caballo en la Conquista. El caballo, como est� bien establecido, concurri� principal y decisivamente a dar al espa�ol, a ojos del indio, un poder sobrenatural. Los espa�oles trajeron, como armas materiales, para someter al aborigen, el hierro, la p�lvora y el caballo. Se ha dicho que la debilidad fundamental de la civilizaci�n aut�ctona fue su ignorancia del hierro. Pero, en verdad, no es acertado atribuir a una sola superioridad la victoria de la cultura occidental sobre las culturas ind�genas de Am�rica. Esta victoria, tiene su explicaci�n integral en un conjunto de superioridades, en el cual no priman, por cierto, las f�sicas. Y entre �stas, cabe reconocer la prioridad a las zool�gicas. Primero, la criatura; despu�s lo creado, lo artificial, lo t�cnico. Esto aparte de que el domesticamiento del animal, su aplicaci�n a los fines y al trabajo humano, representa acaso la m�s antigua de las t�cnicas.

M�s bien que sojuzgado por el hierro y la p�lvora, preferimos imaginar al indio sojuzgado no precisamente por el caballo pero s� por el caballero. En el caballero resucitaba, embellecido, espiritualizado, humanizado, el mito pagano del centauro. El caballero, arquetipo del Medioevo �que mantiene su se�or�o espiritual sobre la modernidad, hasta ahora mismo, porque el burgu�s no ha sido capaz sicol�gicamente m�s que de imitar y suplantar al noble� es el h�roe de la Conquista. Y la conquista de Am�rica, la �ltima cruzada, aparece como la m�s hist�rica, la m�s iluminada, la m�s trascendente proeza de la caballer�a. Proeza t�picamente caballeresca, hasta porque de ella deb�a morir la caballer�a, al morir �tr�gica, cristiana y grandiosamente� el Medioevo.

El Coloniaje adivin� y reivindic� a tal punto la parte del caballo en la Conquista que �por sus ordenanzas que proh�ben al indio esta cabalgadura� el m�rito de la epopeya parece pertenecer m�s al caballo que al hombre. El caballo, bajo el espa�ol, era tab� para el iridio. Lo que pod�a entenderse como una consecuencia de su condici�n de siervo, si se recuerda que Cervantes, atento al sentido de la caballer�a, no concibi� a Sancho Panza, como a Don Quijote, jinete de un roc�n sino de un asno. Pero, visto que en la Conquista se confundieron hidalgos y villanos, hay que suponerle la intenci�n de reservar al espa�ol los instrumentos �vale decir el secreto� de la Conquista. Porque el rigor de este tab� condujo al espa�ol a mostr�rsenos generoso de su amor que de sus caballos. El indio tuvo al caballero antes qu� a la cabalgadura.

La m�s aguda intuici�n po�tica de Chocano, aunque, corno suya, se vista ret�rica y ampulosamente, es quiz�s la que cre� su elogio de Los caballos de los conquistadores. Cantar de �ste modo la Conquista es sentirla, ante todo, como epopeya del caballo, sin el cual Espa�a no habr�a impuesto su ley al Nuevo Mundo.

La imaginaci�n criolla conserv� despu�s de la Colonia este sentido medioeval de la cabalgadura. Todas las met�foras de su lenguaje pol�tico acusan resabios y prejuicios de jinetes. La expresi�n caracter�stica de lo que ambicionaba el caudillo est� en el lugar com�n de "las riendas del poder"". Y "montar a caballo" se llam� siempre a la acci�n de insurgir para empu�arlas. El gobierno que se tambaleaba estaba "en mal caballo".

El indio peat�n, y, m�s todav�a, la pareja melanc�lica del indio y la llama, es la alegor�a de una servidumbre. Valc�rcel tiene raz�n. El gaucho debe la mitad de su ser a la pampa y al caballo. Sin el caballo �c�mo habr�an pesado sobre el criollo argentino el espacio y la distancia! Como pesan hasta ahora, sobre las espaldas del indio chasqui.3 Gorki nos presenta al mujik,4 abrumado por la estepa sin l�mite: El fatalismo, la resignaci�n del mujik, vienen de esta soledad y esta impotencia ante la naturaleza. El drama del indio no es distinto: drama de servidumbre al hombre y servidumbre a la naturaleza. Para resistirlo mejor, el mujik contaba con su tradici�n de n�madismo y con los curtidos y rurales caballitos t�rtaros, que tanto deben parecerse a los de Chumbivilcas.

Pero Valc�rcel nos debe otra estampa, otro s�mbolo: el indio chauffeur, como lo vio en Puno, este a�o, escritas ya las cuartillas de Tempestad en los Andes.

La �poca industrial burguesa de la civilizaci�n occidental permaneci�, por muchas razones, ligada al caballo. No s�lo porque persisti� en su esp�ritu el acatamiento a los m�dulos y el estilo de la no�bleza ecuestre, sino porque el caballo continu� siendo, por mucho tiempo, un auxiliar indispensable del hombre. La m�quina desplaz�, poco a poco, al caballo de muchos de sus oficios. Pero el hombre, agradecido, incorpor� para siempre el ca�ballo en la nueva civilizaci�n, llamando "caballo de fuerza" a la unidad de poten�cia motriz.

Inglaterra, que guard� bajo el capitalismo una gran parte de su estilo y su gusto aristocr�ticos, estiliz� y quintaesenci� al caballo inventando el pur sang5 de carrera. Es decir, el caballo emancipado de la tradici�n servil del animal de tiro y del animal de carga. El caballo puro que, aunque parezca irreverente, representar�a te�ricamente, en su plano, algo as� como, en el suyo, la poes�a pura. El caballo fin de s� mismo, sobre el cual desaparece el caballero para ser reemplazado por el jockey. El caballero se queda a pie.

Mas, este parece ser el �ltimo homenaje de la civilizaci�n occidental a la especie equina. Al desplazarse de Inglaterra a Estados Unidos el eje del capitalismo, lo ecuestre ha perdido su sentido caballeresco. Norte Am�rica prefiere el box a las carreras. Prohibido el juego �la apuesta�, la h�pica ha quedado reducida a la equitaci�n. La m�quina anula cada d�a m�s al caballo. Esto, sin duda, ha movido a Keyserling a suponer, que el chauffeur sucede como s�mbolo al caballero. Pero el tipo, el esp�cimen hacia el cual nos acercamos, es m�s bien el del obrero. Ya el intelectual acepta este t�tulo que resume y supera todos. El caballo, por otra parte, como transporte, es demasiado individualista. Y el vapor, el tren, sociales y modernos por excelencia, no lo advierten siquiera como competidor. La �ltima experiencia b�lica marca, en fin, la decadencia definitiva de la caballer�a.

Y aqu� concluyo. El tema de una decadencia, conviene, m�s que a m�, a cualquiera de los disc�pulos de don Jos� Ortega y Gasset.

 

 


NOTAS:

1 Publicado en Mundial: Lima, 11 de Noviem�bre de 1927.

2 Editorial Minerva, Lima, 1927.

3 Chasqui: veloz Correo pedestre de los Incas, que empleaba el sistema de postas. El autor parece referirse a los indios trashumantes de las punas y valles andinos.

4 Campesino pobre en la Rusia zarista.

5 Pura sangre, d�cese de los caballos que, por estirpe, se acondicionan mejor para las carreras.