OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

IDEOLOG�A Y POL�TICA

 

PUNTO DE VISTA ANTI-IMPERIALISTA[1]

 

1�- �Hasta qu� punto puede asimilarse la situaci�n de las rep�blicas latinoamericanas a la de los pa�ses semicoloniales? La condici�n econ�mica de estas rep�blicas, es, sin duda, semicolonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la penetraci�n imperialista tiene que acentuarse este car�cter de su econom�a. Pero las burgues�as nacionales, que ven en la cooperaci�n con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante due�as del poder pol�tico para no preocuparse seriamente de la soberan�a nacional. Estas burgues�as, en Sud Am�rica, que no conoce todav�a, salvo Panam�, la ocupaci�n militar yanqui, no tienen ninguna predisposici�n a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia, como supon�a ingenuamente la propaganda aprista. El Estado, o mejor la clase dominante no echa de menos un grado m�s amplio y cierto de autonom�a nacional. La revoluci�n de la Independencia est� relativamente demasiado pr�xima, sus mitos y s�mbolos demasiado vivos, en la conciencia de la burgues�a y la peque�a burgues�a. La ilusi�n de la soberan�a nacional se conserva en sus principales efectos. Pretender que en esta capa social prenda un sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en condiciones distintas representa un factor de la lucha antiimperialista en los pa�ses semi-coloniales avasallados por el imperialismo en los �ltimos decenios en Asia, seria un grave error.

Ya en nuestra discusi�n con los dirigentes del aprismo, reprobando su tendencia a proponer a la Am�rica latina un Kuo Min Tang, como modo de evitar la imitaci�n europe�sta y acomodar la acci�n revolucionaria a una apreciaci�n exacta de nuestra propia realidad, sosten�amos hace mas de un a�o la siguiente tesis:

"La colaboraci�n con la burgues�a, y aun de muchos elementos feudales, en la lucha antiimperialista china, se explica por razones de raza, de civilizaci�n nacional que entre nosotros no existen. El chino noble o burgu�s se siente entra�ablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura estratificada y decr�pita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradici�n milenaria. El anti-imperialismo en la China puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en el factor nacionalista En Indo-Am�rica las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burgues�a criollas no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes. En el Per�, el arist�crata y el burgu�s blancos, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos. El peque�o burgu�s mestizo imita este ejemplo. La burgues�a lime�a fraterniza con los capitalistas yanquis, y a�n con sus simples empleados, en el Country Club, en el Tennis y en las calles. El yanqui desposa sin inconveniente de raza ni de religi�n a la se�orita criolla, y �sta no siente escr�pulo de nacionalidad ni de cultura en preferir el matrimonio con un individuo de la raza invasora. Tampoco tiene este escr�pulo la muchacha de la clase media. La "huachafita" que puede atrapar un yanqui empleado de Grace o de la Foundation lo hace con la satisfacci�n de quien siente elevarse su condici�n social. El factor nacionalista, por estas razones objetivas que a ninguno de ustedes escapa seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha  anti-imperialista en nuestro medio. S�lo en tos pa�ses como la Argentina, donde existe una burgues�a numerosa y rica, orgullosa del grado de riqueza y poder en su patria, y donde la personalidad nacional tiene por estas razones contornos m�s claros y netos que en estos pa�ses retardados, el anti-imperialismo puede (tal vez) penetrar f�cilmente en los elementos burgueses: pero por razones de expansi�n y crecimiento capitalistas y no por razones de justicia social y doctrina socialista como es nuestro caso".

La traici�n de la burgues�a china, la quiebra del Kuo Min Tang, no eran todav�a conocidas en toda su magnitud. Un conocimiento capitalista, y no por razones de justicia social y doctrinaria, demostr� cuan poco se podr� confiar, a�n en pa�ses como la China, en el sentimiento nacionalista revolucionario de la burgues�a.

Mientras la pol�tica imperialista logre "man�ger" los sentimientos y formalidades de la soberan�a nacional de estos Estados, mientras no se vea obligada a recurrir a la intervenci�n armada y a la ocupaci�n militar, contar� absolutamente con la colaboraci�n de las burgues�as. Aunque enfeudados a la econom�a imperialista, estos pa�ses, o m�s bien sus burgues�as; se consideraran tan due�os de sus destinos como Rumania, Bulgaria, Polonia y dem�s pa�ses "dependientes" de Europa.

Este factor de la psicolog�a pol�tica no debe ser descuidado en la estimaci�n precisa de las posibilidades de la acci�n anti-imperialista en la Am�rica Latina. Su relegamiento, su olvido, ha sido una de las caracter�sticas de la teorizaci�n aprista.

2�- La divergencia fundamental entre los elementos que en el Per� aceptaron en principio el Apra -como un plan de frente �nico, nunca como partido y ni siquiera como organizaci�n en marcha efectiva- y los que fuera del Per� la definieron luego como un Kuo Min Tang latino americano, consiste en que los primeros permanecen fieles a la concepci�n econ�mico-social revolucionaria del anti-imperialismo, mientras que los segundos explican as� su posici�n; "Somos de izquierda (o socialistas) porque somos anti- imperialistas". El anti-imperialismo resulta as� elevado a la categor�a de un programa, de una actitud pol�tica, de un movimiento que se basta a s� mismo y que conduce, espont�neamente, no sabemos en virtud de qu� proceso, al socialismo, a la revoluci�n social. Este concepto lleva a una desorbitada superestimaci�n del movimiento anti-imperialista, a la exageraci�n del mito de la lucha por la "segunda independencia", al romanticismo de que estamos viviendo ya las jornadas de una nueva, emancipaci�n. De aqu� la tendencia a reemplazar las ligas anti-Imperialistas con un organismo pol�tico. Del Apra, concebida inicialmente como frente �nico, como alianza popular, como bloque de las clases oprimidas, se pasa al Apra definida como el Kuo Min Tang latinoamericano.

El anti-imperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por s� solo, un programa pol�tico, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burgues�a y peque�a burgues�a nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de Intereses.

Ni la burgues�a, ni la peque�a burgues�a en el poder pueden hacer una pol�tica anti-imperialista. Tenemos la experiencia de M�xico, donde la peque�a burgues�a ha acabado por pactar con el imperialismo yanqui. Un gobierno "nacionalista" puede usar, en sus relaciones con los Estados Unidos, un lenguaje distinto que el gobierno de Legu�a en el Per�. Este gobierno es francamente, desenfadadamente pan-americanista, monro�sta; pero cualquier otro gobierno burgu�s har�a, pr�cticamente, lo mismo que �l, en materia de empr�stitos y concesiones. Las Inversiones del capital extranjero en el Per� crecen en estrecha y directa relaci�n con el desarrollo econ�mico del pa�s, con la explotaci�n de sus riquezas naturales, con la poblaci�n de su territorio, con el aumento de las v�as de comunicaci�n. �Qu� cosa puede oponer a la penetraci�n capitalista la m�s demag�gica peque�a-burgues�a? Nada, sino palabras. Nada, sino una temporal borrachera nacionalista. El asalto del poder por el anti-imperialismo, como movimiento demag�gico populista, si fuese posible, no representar�a nunca la conquista del poder, por las masas proletarias, por el socialismo. La revoluci�n socialista encontrar�a su m�s encarnizado y peligroso enemigo, -peligroso por su confusionismo, por la demagogia-, en la peque�a burgues�a afirmada en el poder, ganado mediante sus voces de orden.

Sin prescindir del empleo de ning�n elemento de agitaci�n anti-imperialista, ni de ning�n medio de movilizaci�n de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misi�n es explicar y demostrar a las masas que s�lo la revoluci�n socialista opondr� al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.

3�-Estos hechos diferencian la situaci�n de los pa�ses Sud Americanos de la situaci�n de los pa�ses Centro Americanos, donde el imperialismo yanqui, recurriendo a la intervenci�n armada sin ning�n reparo, provoca una reacci�n patri�tica que puede f�cilmente ganar al anti-imperialismo a una parte de la burgues�a y la peque�a burgues�a. La propaganda aprista, conducida personalmente por Haya de la Torre, no parece haber obtenido en ninguna otra parte de Am�rica mayores resultados. Sus pr�dicas confusionistas y mesi�nicas, que aunque pretenden situarse en el plano de la lucha econ�mica, apelan en realidad particularmente a los factores raciales y sentimentales, re�nen las condiciones, necesarias para impresionar a la peque�a burgues�a intelectual. La formaci�n de partidos de clase y poderosas organizaciones sindicales, con clara conciencia clasista, no se presenta destinada en esos pa�ses al mismo desenvolvimiento inmediato, que en Sud Am�rica. En nuestros pa�ses el factor clasista es m�s decisivo, est� m�s desarrollado. No hay raz�n para recurrir a vagas f�rmulas populistas tras de las cuales no pueden dejar de prosperar tendencias reaccionarias. Actualmente el aprismo, c�mo propaganda, est� circunscrito a Centro Am�rica; en Sud Am�rica, a consecuencia de la desviaci�n populista, caudillista, peque�o-burguesa, que lo defin�a como el Kuo Min Tang latinoamericano, est� en una etapa de liquidaci�n total. Lo que resuelva, al respecto el pr�ximo Congreso Anti-imperialista de Paris, cuyo voto tiene que decidir la unificaci�n de los organismos anti-imperialistas y establecer la distinci�n entre las plataformas y agitaciones anti-imperialistas y las tareas de la competencia de los partidos de clase y las organizaciones sindicales, pondr� t�rmino absolutamente a la cuesti�n.

4�- �Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente en nuestros pa�ses con los intereses feudales y semifeudales de la clase terrateniente? �La lucha contra la feudalidad se identifica forzosa y completamente con la lucha anti-imperialista? Ciertamente, el capitalismo imperialista utiliza el poder de la clase feudal, en tanto que la considera la clase pol�ticamente dominante. Pero, sus intereses econ�micos no son los mismos. La peque�a burgues�a, sin exceptuar a la m�s demag�gica,  si aten�a en la pr�ctica sus impulsos m�s marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista. El capital financiero se sentir� m�s seguro, si el poder est� en manos de una clase social m�s numerosa, que, satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientaci�n clasista de las masas, est� en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier. La creaci�n de la peque�a propiedad, la expropiaci�n de los latifundios, la liquidaci�n de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un modo inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de feudalidad entraban el desenvolvimiento de una econom�a capitalista, ese movimiento de liquidaci�n de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las inversiones y los t�cnicos del imperialismo; que desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una econom�a agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama fa "democratizaci�n" de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burgues�a y una peque�a burgues�a m�s poderosa e influyente -y por lo mismo m�s apta para garantizar la paz social-, nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo. En el Per� el r�gimen legui�sta, aunque t�mido en la pr�ctica ante los intereses de los latifundistas y gamonales, que en gran parte le prestan su apoyo, no tiene ning�n inconveniente en recurrir a la demagogia, en reclamar contra la feudalidad y sus privilegios, en tronar contra las antiguas oligarqu�as, en promover una distribuci�n del suelo que har� de cada pe�n agr�cola un peque�o propietario. De esta demagogia saca el legui�smo, precisamente, sus mayores fuerzas. El legui�smo no se atreve a tocar la gran propiedad. Pero el movimiento natural del desarrollo capitalista -obras de irrigaci�n, explotaci�n de nuevas minas, etc.- va contra los intereses y privilegios de la feudalidad. Los latifundistas, a medida que crecen las �reas cultivables, que surgen nuevos focos de trabajo, pierden su principal fuerza: la disposici�n absoluta e incondicional de la mano de obra. En Lambayeque, donde se efect�an actualmente obras de regad�o, la actividad capitalista de la comisi�n t�cnica que las dirige, y que preside un experto norteamericano, el ingeniero Sutton, ha entrado prontamente en conflicto con las conveniencias de los grandes terratenientes feudales. Estos grandes terratenientes son, principalmente, azucareros. La amenaza de que se les arrebate el monopolio de la tierra y el agua, y con �l el medio de disponer a su antojo de la poblaci�n de trabajadores saca de quicio a esta gente y la empuja a una actitud que el gobierno, aunque muy vinculado a muchos de sus elementos, califica de subversiva o anti-gobiernista. Sutton tiene las caracter�sticas del hombre de empresa capitalista norteamericano. Su mentalidad, su trabajo, chocan al esp�ritu feudal de los latifundistas. Sutton ha establecido, por ejemplo, un sistema de distribuci�n de las aguas, que reposa en el principio de que el dominio de ellas pertenece al Estado; los latifundistas consideraban el derecho sobre las aguas anexo a su derecho sobre la tierra. Seg�n su tesis, las aguas eran suyas; eran y son propiedad absoluta de sus fundos.

5�- �Y la peque�a burgues�a, cuyo rol en la lucha contra el imperialismo se superestima tanto, a como se dice, por razones de explotaci�n econ�mica, necesariamente opuesta a la penetraci�n imperialista? La peque�a burgues�a es, sin duda, la clase social m�s sensible al prestigio de los mitos nacionalistas. Pero el hecho econ�mico que domina la cuesti�n, es el siguiente: en pa�ses de pauperismo espa�ol, donde la peque�a burgues�a, por sus arraigados prejuicios de decencia, se resiste a la proletarizaci�n; donde �sta misma, por la miseria de los salarios no tiene fuerza econ�mica para transformarla en parte en clase obrera; donde imperan la empleoman�a, el recurso al peque�o puesto del Estado, la caza del sueldo y del puesto "decente"; el establecimiento de grandes empresas que, aunque explotan enormemente a sus empleados nacionales; representan siempre para esta clase un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado favorablemente por la gente de clase media. La empresa yanqui representa mejor sueldo, posibilidad de ascensi�n, emancipaci�n de la empleoman�a del Estado, donde no hay porvenir sino para los especuladores. Este hecho act�a, con una fuerza decisiva, sobre la conciencia del peque�o burgu�s, en busca o en goce de un puesto. En estos pa�ses, de pauperismo espa�ol, repetimos, la situaci�n de las clases medias no es la constatada en los pa�ses donde estas clases han pasado un per�odo de libre concurrencia, de crecimiento capitalista propicio a la iniciativa y al �xito individuales, a la opresi�n de los grandes monopolios.

En conclusi�n, somos anti-imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antag�nico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa.

Lima, 21 de mayo de 1929


 

NOTAS: 

1 Tesis presentada a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (Buenos Aires, junio de 1929). Se ha reproducido de El Movimiento Revolucionario Latino Americano (editado por La correspondencia Sudamericana). La misma versi�n aparece en el Tomo II de la abra de Mart�nez de la Torre (p�gs. 414 a 418). Fue le�da por Julio Portocarrero en circunstancias en que se debat�a "La lucha antiimperialista y los problemas de t�ctica de los Partidos Comunistas de Am�rica Latina". Al t�rmino de su lectura, el delegado peruano se�al�: "Compa�eros: As� escribe el compa�ero Jos� Carlos Mari�tegui cuando formula su tesis sobre antiimperialismo, analizando antes el estado econ�mico y social del Per�...". Nota de los Editores.