OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

HISTORIA DE LA CRISIS MUNDIAL

  

 

BREVE EPILOGO1

 

Es obvio que la historia de los �ltimos 25 a�os no se deja aprehender en un itinerario de los grandes sucesos. Muchas de las grandes corrientes de una �poca no afloran a la superficie de ellos. Circulan por cauces que se hunden en el subsuelo, cuando una guerra acapara los escena�rios. El suceso es un s�ndrome. Traduce o se�a�la una crisis cuyas fuerzas operan fuera de sus propios l�mites de espacio y tiempo.

La guerra de 1914-19 nunca se explica menos que cuando se pretende comprenderla s�lo a trav�s de su gestaci�n diplom�tico-militar. La diplomacia no puede exceder sus posibilidades. Su juego est� secretamente regido por humores e impulsos que no le es dado escoger. As�, la guerra se prepar�, ante todo, en el crecimiento industrial y comercial de Alemania; y bajo este aspecto, el proceso del capitalismo mundial cela sus factores primarios. En la etapa final del crecimiento econ�mico e imperialista de Alemania, en Europa, se movilizaron y desarrollaron las fuerzas que hicieron posible la guerra, tal como se organizaron en la mentalidad alemana los ele�mentos que emple� Spengler en la construcci�n de su Decadencia de Occidente. (Aqu�llos produ�jeron sus efectos m�s pronto que �stos). El suce�so lleg� antes del libio y rebas�, con violento desborde, el conf�n de sus intenciones. Y en la preparaci�n del clima guerrero intervinieron, en dosis imponderables y con diversa funci�n, des�de la filosof�a de Henri Bergson hasta la est�ti�ca de Marinetti y los futuristas, del mismo modo que en la preparaci�n de la atm�sfera revo�lucionaria colaboraron desde la teor�a de los mitos de Georges Sorel hasta la desesperaci�n del poeta Alejandro Blok.

La Evoluci�n Creadora, constituye, en todo ca�so, en la historia de estos 25 a�os, un aconteci�miento mucho m�s considerable que la creaci�n del reino servio-croata-esloveno, conocido tam�bi�n con el nombre de Yugoeslavia.2 El bergsonismo ha influido en hechos tan distintos y aun opuestos, y de variada jerarqu�a, como la litera�tura de Bernard Shaw, la insurrecci�n Dad�, la teor�a del sindicalismo revolucionario, el escuadrismo fascista, las novelas de Marcel Proust, la propagaci�n del neo-tomismo de la Christian Science, la teosof�a, y la confusi�n mental de los universitarios latinoamericanos. Bergson tiene disc�pulos de derecha e izquierda como los tuvo Hegel, aunque se abrigue personalmente tras de las almenas del orden, actitud personal que no compromete mismamente el sentido de su filo�sof�a. Hist�ricamente, la filosof�a de Bergson ha concurrido, como ning�n otro elemento intelec�tual, a la ruina del idealismo y racionalismo burgueses y a la muerte del antiguo absoluto, aun�que, por contragolpe, haya favorecida el reflotamiento de descompuestas supersticiones. Por este hecho, representa una estaci�n en la trayec�toria del pensamiento moderno. A su lado, palidece el variado repertorio de filosof�as alemanas que, cerrado el gran ciclo kantiano, tienden en verdad, a la capitulaci�n de los antiguos mis�terios.

En los �ltimos lustros, el mundo ha asistido al accidentado y acelerado tramonto del pensamien�to liberal, individualista, que despu�s de sus ex�tremas expresiones anarquistas ha renegado, por reacci�n contra el socialismo, sus fundamentos din�micos y revolucionarios. Habr�a que buscar a sus leg�timos continuadores en Benedetto Croce y Bertrand Russell, para quienes el socialismo sucede hist�ricamente al liberalismo, como prin�cipio de civilizaci�n y progreso. El verdadero li�beral se reconoce vedado de oponerse doctrinal y pr�cticamente al socialismo y obligado a admitir el envejecimiento de las instituciones y programas liberales, porque otra actitud ser�a anti�liberal en el sentido m�s profundo y viviente de su filosof�a. Este es el drama del liberalismo, drama que en la praxis pocos liberales han ex�presado y apuntado, tan puntualmente como Ma�rio Missiroli, y que en la teor�a, en la especula�ci�n pura, ning�n pensador liberal ha afrontado tal vez con la lucidez de Croce. Si no son mu�chos los liberales que asumen la misma actitud, es porque casi la totalidad de los liberales que a�n quedan, milita en el campo socialista y carece de t�tulo y motivo para hablar en nombre del liberalismo.

Paralelamente a este proceso, se ha desarro�llado el de la afirmaci�n y esclarecimiento de un esp�ritu y un pensamiento genuinamente socialistas. El movimiento proletario �sindicatos y partidos� hab�a crecido tanto en este siglo, bajo la tutela y el estandarte de la democracia ocho�centista. Desde este punto de vista se hab�a su�perado el pensamiento de Marx, que ech� las bases filos�ficas de la revoluci�n proletaria. En los parlamentarios y capitanes del proletariado se prolongaba, casi sin rectificaciones, el iluminis�mo y el progresismo de la burgues�a. Georges So�rel, es el pensador que con su obra inicia m�s en�rgica y maduramente la ruptura con este pe�r�odo lassalliano. Sus Reflexiones sobre la vio�lencia, representan; por su magnitud y consecuen�cias hist�ricas, otro de los libros del nuevo siglo. Sorel preludia una filosof�a pol�tica anti-liberal, guerrera, eminentemente revolucionaria por su funci�n estimulante contra el enervamiento evo�lucionista del proletariado, dentro de una demo�cracia basada en la transacci�n y el compromiso; pero de la que, al mismo tiempo, ten�an que ser�virse, invirti�ndola, los reaccionarios, en el esfuerzo por defender el orden mediante una de�rogaci�n lisa y llana de las conquistas liberales. El pensamiento socialista se afirma antiliberal por necesidad dial�ctica, a causa de que el So�cialismo aparece, en la historia, como la ant�te�sis del liberalismo, definido concretamente como la doctrina de la sociedad capitalista. Pero no representa al patrimonio liberal, en su valor civilizador, del mismo modo que no renuncia a la he�rencia capitalista, en cuanto constituye progreso t�cnico. Por esto, revolucionarios corno Piero Gobetti, a quien podr�amos llamar �crociano de izquierda�, consideran la revoluci�n socialista como el desenvolvimiento l�gico de la revoluci�n liberal.

Fen�meno caracter�stico de nuestro tiempo, en el plano de las ideolog�as pol�ticas, es la apari�ci�n de dos violentas negaciones de la democra�cia liberal; una de izquierda y otra de derecha, una revolucionaria y otra reaccionaria. Comunis�mo y Fascismo. Lenin crea la revoluci�n rusa, la Iglesia y el Evangelio intransigentemente anti�burgueses que Sorel esperaba ver surgir del sin�dicalismo revolucionario. Mussolini, cism�tico del socialismo, adopta una doctrina que repudia en bloque, desde sus or�genes, la revoluci�n liberal, y que conduce a la teocracia del medioevo.

La ciencia a pesar de los pesimistas augurios de quienes precipitadamente proclamaron su ban�carrota cuando se acentuaron los desencantos fi�niseculares anexos al ocaso del positivismo, ha continuado en el Occidente pre-b�lico su acci�n revolucionaria.

Einstein ha suministrado a la especulaci�n fi�los�fica con sus descubrimientos de f�sica y ma�tem�tica, un material tan rico y vasto como im�previsto. Freud ha extra�do de las investigacio�nes cl�nicas sobre el tratamiento de la histeria, una teor�a genial, cuya sospecha flotaba ya en la atm�sfera de la �poca, como lo demuestra, m�s que su r�pida propagaci�n, la presencia precur�sora de una intenci�n psicoanal�tica, de clara fi�liaci�n freudiana, en la obra de Pirandello, antes que comenzase la influencia del Psicoan�lisis en la literatura. En los dos polos de la historia con�tempor�nea, Estados Unidos y U.R.S.S., se en�cuentra la misma fervorosa aplicaci�n y valori�zaci�n de la ciencia. Pero, ni en la sede del capi�tal ni en la del socialismo, la ciencia pretende dictar leyes a la pol�tica, ni a la literatura, ni al arte. Y en esto nos hemos distanciado, provecho�samente, del �cientifismo� ochocentista.

Y no ha sido menos trascendente ni extensa, en estos cinco lustros, la revoluci�n literaria y art�stica. Se ha reivindicado, contra la chata ortodoxia realista, los fueros de la imaginaci�n creadora, lo que ha tra�do ventajas asombrosas para el descubrimiento de la realidad. Pues con los derechos de la fantas�a, y la fantas�a, se ha averiguado sus fines, que es como decir sus l�mites.

Y, con todo esto, nos hallamos s�lo en el umbral del 900. O del evo que esta cifra intenta se�alarnos. Porque los siglos, en la historia, son la m�s subalterna y convencional de las mediciones.

 


NOTAS:

1 Publicado en Variedades, Lima, 13 de marzo de 1929.

2 Puede considerarse ins�lito que un socialista menos�precie la estructuraci�n de un estado, al juzgar como �acontecimiento mucho m�s considerable� la aparici�n de un libro filos�fico. Ati�ndase, sin embargo, al signifi�cado de ambos hechos. El reino yugoeslavo se hab�a constituido mediante la incorporaci�n de croatas y es�lovenos a la antigua Servia, no obstante el desprestigio de las compensaciones territoriales y el reconocimiento del derecho de los pueblos a su libre determinaci�n; de manera que se le pod�a estimar como anacr�nico y re�tardatario para nuestra �poca, y de influencia tal vez negativa para el desarrollo de los pueblos afectados. En cambio, la filosof�a de Bergson se proyecta se�eramente sobre la cultura contempor�nea, al descubrir nuevas ma�neras de enriquecer los datos del conocimiento y auxi�liar la vinculaci�n entre el pensamiento y la realidad. Quiere decir Jos� Carlos Mari�tegui que la filosof�a berg�soniana contribuye al progreso humano con mayor efi�cacia que el estado yugoeslavo y, en tal virtud, es un �acontecimiento mucho m�s considerable�. (A.T.).