OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II

  

LUTHER*

 

Hace poco m�s de tres a�os, en enero de 1923, C�sar Falc�n y yo visitamos la Rathaus de Essen con el objeto de solicitar una entrevista al Dr. Luther, alcalde de esa comuna. Era en los d�as dram�ticos de la ocupaci�n del Rhur. Fal�c�n y yo, reunidos por el destino en Colonia, nos hab�amos trasladado a Essen a ver con nuestros propios ojos la ocupaci�n. Y quer�amos conocer e interrogar a los principales actores de este grave episodio de la post-guerra. El Dr. Luther no sufri� nuestra inquisici�n. No pasamos de su antesala. Supimos despu�s que �acaparado por sus trajines� no se prestaba a interviews period�sticas en esa hora febril. Sobrio en sus gestos, sobrio en sus palabras, evitaba la exhibi�ci�n. 

No era el Dr. Luther un alcalde vulgar. Essen constituye un gran foco de la industria alemana. El Dr. Luther hab�a probado en esta comuna es�trat�gica su capacidad de administrador. Esta capacidad reclamaba un empleo m�s trascenden�te y una escena m�s amplia. El Reich hab�a encargado, por eso, al Dr. Luther, el Ministerio de transportes y abastecimientos de la regi�n ocu�pada. Su cabeza afeitada y su chaqu� burgu�s, hab�an adquirido instant�neamente el grado m�ximo de familiaridad con el p�blico. 

El primer gran escenario de Luther fue �se. Puedo, pues, decir que asist� en el Rhur, hace tres a�os y meses, al nacimiento de su reputaci�n mundial. Registr� en mi calendario el d�a en que el Dr. Luther �Herr Doktor Luther� empez� a ser Luther a secas. 

Luther debut� en la alta pol�tica como general�simo de la batalla del Rhur. Dirigi� la resistencia pasiva que cost� al Reich muchos millones de marcos papel. El Reich subsidiaba a los industriales para que pagasen a sus obreros; avituallaba las poblaciones ocupadas; sosten�a en suma la huelga que, volviendo improductiva la cuenca del Rhur, debla persuadir a Francia de la inutilidad de guardar esta prenda. La batalla concluy� con la rendici�n de Alemania. El Estado alem�n se sinti� en Dresde al borde de la revoluci�n. El marco papel se precipit� en la �ltima sima de su bancarrota. Pero nadie mir� en Luther al protagonista de una derrota. La del Rhur, en rigor, no lo fue casi para Alemania. La posesi�n del Rhur ense�� experimentalmente a los franceses que sus minas y sus f�bricas val�an bien poco si Alemania no continuaba administr�ndolas y explot�ndolas. 

M�s tarde, cuando el dif�cil equilibrio de los partidos en el Reichstag hizo imposible el predominio  gubernamental de un bando, Luther presidi� un ministerio administrativo de tipo burocr�tico que unas veces se apoyaba en la derecha y otras veces en la izquierda. 

Este ministerio, que coloc� muy en alto en Alemania su testa monda y rosada, naufrag� en los arrecifes de la pol�tica parlamentaria apenas fue posible la constituci�n de este gobierno que preside ahora Marx, el l�der del centro cat�lico. Marx representa un programa de concentraci�n burguesa que se parece mucho al que ahora encarna presentemente Poincar�. 

Luther, de vacaciones, viaja ahora por Am�rica. Es decir, emplea sus vacaciones, su testa y su inteligencia en servicio del Reich. �Qu� mejor mensaje podr�a enviar el Reich a los alemanes de Am�rica? Luther es el prototipo de una estirpe un poco acremente satirizada por George Grosz, pero que fuera y dentro de Alemania es saludada y respetada a�n como la representativa de la grandeza alemana. Luther es el esp�cimen m�s perfecto e ilustre del funcionario de Alemania. No se le puede acusar formalmente

de mon�rquico ni de republicano. Mon�rquico bajo la monarqu�a, republicano bajo la rep�blica, Luther no est� comprometido por ninguna actividad facciosa en pro de una u otra idea. Clasificado como hombre de la derecha, se mantiene a prudente distancia del sector extremo de �sta. Tiene, mas o menos, la misma posici�n de Hindenburg. Como hubo en la guerra una l�nea Hindenburg, hubo en la post-guerra una l�nea Luther. A nadie le sorprender�a que reemplazase a Hindenburg en la presidencia de la rep�blica. Para este cargo Luther tiene, entre otros t�tulos incontestables, el de afeitarse la cabeza con el m�s ortodoxo gusto germano. 

No es Luther un l�der ni un caudillo. Conserva hasta ahora el continente y el adem�n de burgomaestre de Essen. Pero en esto reside precisamente su fuerza. Los l�deres andan de capa ca�da. Poincar�, cuenta hasta ocho en su ministerio. A Luther le basta con su egregia foja de servicios de em�rito funcionario, general de la m�s grave batalla de la paz.

   


NOTA: 

* Publicado en Variedades, Lima, 4 de Setiembre de 1926.