OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II

  

H. G. WELLS Y EL FASCISMO*

 

El juicio sobre el presente de un hombre diestro en traducir el pasado y en imaginar el porvenir, Tiene siempre un inter�s conspicuo. So�bre todo si este hombre es Mr. H. G. Wells, al que no hay tal vez en el mundo quien no conoz�ca como met�dico explorador de la historia y la utop�a. H. G. Wells, desde su gabinete de historiador y novelista, se ha puesto a observar "c�mo marcha el mundo" y a comunicar al p��blico, por medio de art�culos, sus impresiones. Uno de los art�culos m�s comentados hasta hoy de esta serie, es el que se propone absolver la pregunta: �Qu� es el fascismo? 

Wells, se ha decidido a enjuiciar y definir al fascismo cuando ha cre�do ya disponer de ma�teriales abundantes para este examen. M�s pri�sa y menos prudencia tuvo para estudiar la re�voluci�n bolchevique. El experimento sovietista y el escenario moscovita lo atrajeron m�s, pro�bablemente por sus romancescos mirajes de uto�p�a social. Y, de otro lado, su libro de impresio�nes sobre la Rusia de Lenin, rele�do a cierta dis�tancia, le debe haber revelado la diferencia que existe entre sus especulaciones habituales ele historiador y novelista y la excepcional empre�sa de comprender y juzgar una revoluci�n, su esp�ritu y sus hombres. 

El fascismo no es ya la misma nebulosa que en los d�as de la marcha a Roma, cuando abdi�caban ante �l muchos eminentes liberales tenidos seguramente en gran estima por el autor de The Outline of History. El trabajo de estudiarlo, se presenta, pues, bastante facilitado. El estudioso cuenta hoy con un nutrido acopio de conceptos que definen los diversos factores de la formaci�n del fascismo. El experimento gubernamental de Mussolini ha llegado a su cuarto aniversario. El juicio de Wells se mueve, as�, sobre una base amplia y segura. 

No contiene, tal vez por esto, proposiciones originales respecto a los or�genes del movimiento fascista. H. G. Wells, en este estudio, sigue m�s o menos el mismo itinerario que otros cr�ticos del fascismo. Encuentra las ra�ces espirituales de �ste en el d'annunzianismo y el "futurismo" marinettiano, clasificados ya como fen�menos solidarios. 

Y, l�gicamente, tampoco en sus conclusiones Wells ofrece ninguna originalidad. Su actitud, es la actitud caracter�stica de un reformista, de un dem�crata, aunque atormentado por una serie de "dudas sobre la democracia" y de inquietudes respecto a la reforma. El fascismo le parece algo as� corno un cataclismo, m�s bien que como la consecuencia y el resultado en Italia de la quiebra de la democracia burguesa y la derrota de la revoluci�n proletaria. Evolucionista convencido, Wells no puede concebir el fascismo, como un fen�meno posible dentro de la l�gica de la historia. Tiene que entenderlo como un fen�meno de excepci�n. Para Wells, el fascismo es un movimiento monstruoso, teratol�gico, dable s�lo en un pueblo de educaci�n defectuosa, propenso a todas las exuberancias de la acci�n y de la palabra. Mussolini, dice Wells, "es un producto de Italia, un producto m�rbido". Y el pueblo italiano, un pueblo que no ha estudiado debidamente la geograf�a ni la historia universales. 

En �sta, como en casi todas las actitudes intelectuales de H. G. Wells, se identifican f�cil mente las cualidades y los defectos del pedagogo, el evolucionista y el ingl�s. 

Acusa al pedagogo, no s�lo el corte did�ctico de la exposici�n sino el fondo mismo de su juicio. Wells piensa que una de las causas del fascismo es el deficiente desenvolvimiento de la ense�anza secundaria y superior en la naci�n italiana. Las malas escuelas, los insuficientes colegios, han sido a su juicio el primer factor del sentimiento fascista. Pero este concepto no tiene el sentido general que necesitar�a para ser admitido y sancionado. Wells parece localizar el defecto en la ense�anza secundaria y universitaria y, m�s espec�ficamente todav�a, en la ense�anza de la geograf�a y la historia universales. 

Y este gesto denuncia al ingl�s. El Imperio Brit�nico no ser�a concebible sobre la base de un pueblo poco instruido en la geograf�a universal. El ingles es obligadamente el hombre para quien tiene m�s importancia la geograf�a. Un hombre culto de B�lgica o de Suiza, puede ignorar esta ciencia; un ingl�s no. Sin un s�lido conocimiento de la geograf�a, Inglaterra no estar�a en grado de conservar ni el dominio de los mares ni su imperio colonial en todos los continentes. Se explica, por consiguiente, que un profesor ingl�s considere escasamente instruidos en geograf�a a todos los hombres de otras nacionalidades. Y lo mismo sucede en lo tocante a la historia. La historia y la sociolog�a, en concepto de un ingl�s, no tiene casi otro objeto que el de demostrar c�mo todo el progreso humano culmina en el Imperio Brit�nico y como la evoluci�n de la especie culmina en el ingl�s. 

Hay otra raz�n para que el fascismo le parezca a un profesor ingl�s el resultado de una particular ignorancia de la geograf�a e historia universales. Esa raz�n es que el fascismo es imperialista. Los fascistas se proponen restaurar el imperio romano. El sue�o de Mussolini mira a la reconstrucci�n de la Roma imperial. Por ende molesta particularmente el sentimiento imperialista de todo ciudadano brit�nico. Este no puede explicarse el ideal fascista sino como el fruto de una incipiente y retardada instrucci�n en geograf�a e historia. 

El evolucionista no est�, por cierto, menos presente y visible en H. G. Wells y sus opiniones. Como que es consustancial con el ingl�s y el pedagogo. Toda la pedagog�a de ante-guerra reposa en una fe absoluta en el dogma del progreso. Y el evolucionismo, en todos sus planos, se precisa cada d�a m�s claramente como un producto t�pico de la mentalidad brit�nica. Todas las tesis evolucionistas tienden a probar fundamentalmente que el futuro humano ser� una continuaci�n de la historia inglesa, que corona el esfuerzo de todas las razas y todas las culturas. 

Si la Gran Breta�a y el evolucionismo no estuvieran en crisis, si muchos s�ntomas no se�alaran su decadencia, las opiniones de Mr. H. G. Wells, sobre el fascismo, ser�an mucho m�s considerables y trascendentes. Pero en nuestros d�as, el fascismo, en verdad, tiene poco que temer de la cr�tica reformista y democr�tica, aunque provenga de un escritor de la estatura de Wells. Con el sencillo y gastado arsenal evolucionista y liberal no es posible ya una seria ofensiva te�rica contra el fascismo y su condottiero. El pensamiento y la acci�n revolucionarias, como el mismo Mr. Wells lo reconoce con sus "dudas sobre la democracia", tienen armas m�s modernas y m�s tundentes.

 


NOTA: 

* Publicado en Variedades, Lima, 14 de Mayo de 1927. Revisado de acuerdo a las correcciones del original en nuestro poder (N. de los E.)