OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II

  

EL PROBLEMA DE BESARABIA*

 

La pol�tica anti-rusa de la Gran Breta�a aca�ba de obtener la sanci�n, por parte de las po�tencias occidentales, de la anexi�n de la Besarabia a Rumania. Esta anexi�n es el m�s grueso bot�n de guerra ganado por Rumania en premio de su cooperaci�n con la Entente contra los Im�perios Centrales. Hasta 1920 tuvo el car�cter de un mero acto de fuerza de Rumania. S�lo en octubre de ese a�o �tambi�n en d�as de ofensi�va antibolchevique� alcanz� el reconocimiento o la legalizaci�n de la Entente; en un tratado suscrito por los plenipotenciarios de Inglaterra, Francia, Italia y el Jap�n. Pero hasta hace pocos d�as este tratado hab�a sido ratificado �nicamen�te por los gobiernos de Inglaterra y Francia.

Para la validez internacional del tratado era menester, conforme a una de las cl�usulas, su ratificaci�n por al menos tres de las potencias signatarias. La inteligente pol�tica de Tchitcherin neutraliz�, temporalmente, al Jap�n con la fir�ma de un tratado ruso-japon�s. El convenio co�mercial �talo-ruso, detuvo, de otro lado, a Italia en la v�a de la ratificaci�n. Mussolini ha queri�do aprovechar la situaci�n de Italia en este pleito. 

El acuerdo �talo-rumano, concertado por Mus�solini y el general Averescu, contrapes� hace un a�o, mas o menos, los efectos del convenio �talo-ruso. Entre el dictador italiano y el l�der del par�tido popular rumano se estableci� un perfecto flirt. Pero Mussolini, evidentemente, no se decid�a a dar por tan poco su consenso decisivo a la anexi�n de la Besarabia. 

Ahora este consenso le ha sido arrancado por la presi�n de la diplomacia inglesa, a cambio, sin duda, de especiales concesiones al plan de expansi�n del Imperio fascista en el Oriente. De un compromiso entre Inglaterra e Italia, a este respecto, se viene hablando, con creciente insis�tencia, desde que Mussolini acept� la invitaci�n brit�nica para cooperar en una acci�n manco�munada de las potencias occidentales contra la China revolucionaria. La diplomacia fascista re�sulta as� sirviendo el juego de la diplomacia bri�t�nica, a la cual se supone seguramente supe�rior en maquiavelismo. Es probable que las obli�gaciones secretamente contra�das por Inglaterra con Italia, en cambio de estos servicios, sean ca�pitales para los proyectos del imperialismo brit�nico. Pero lo evidente y positivo, hasta hoy, es que Italia paga al contado, en el presente, las promesas de Inglaterra para el porvenir. 

La acci�n de la canciller�a brit�nica mira al boicoteo de la Rusia Sovietista por el Occiden�te, en represalia de la ayuda prestada por Ru�sia a la insurrecci�n de la China, y en general del Oriente, contra el imperialismo capitalista. Italia, que necesita del comercio con Rusia, donde encuentra un vasto mercado para su indus�tria, al mismo tiempo que el m�s ventajoso dep�sito de petr�leo, trigo y otras materias, se mostraba antes reacia a seguir a Inglaterra. Pero la ambici�n del apoyo brit�nico a sus pre�tensiones coloniales parece pesar m�s, por el momento, en su oportunista pol�tica internacio�nal. Con el golpe de estado de Lituania, que ha colocado en el gobierno lituano a una fracci�n anti-bolchevique, el bloque anti-ruso de los pa�ses b�lticos es de nuevo un�nime. La �ltima palabra sobre la actitud del Occidente ante Rusia debe pronunciarla Alemania, a la cual con el pacto de Locarno se ha atra�do al terreno de la cooperaci�n occidental o, mejor, capitalista. 

Este es el problema general de la lucha entre la revoluci�n rusa y la Europa capitalista. Pero no es posible eludirlo al examinar el problema particular de la Besarabia que, en verdad, constituye s�lo una de sus facetas. Los rumanos se ense�orearon de la Besarabia al amparo de la movilizaci�n moral y material del Occidente capitalista contra la Revoluci�n Rusa. De otro modo, no se habr�an sentido suficientemente fuertes para apoderarse de una regi�n que forma parte de Rusia hace m�s de un siglo. El argumento �tnico, despu�s de un per�odo tan prolongado de posesi�n y, por ende, de asimilaci�n rusa, no le habr�a bastado para asegurarse el apoyo de las naciones de Occidente. 

Rumania reivindica la Besarabia alegando que predomina en su poblaci�n la raza rumana. Pero este hecho, incontestable hace ciento doce a�os, cuando Rusia arranc� este territorio a Turqu�a, carece hoy de la fuerza que habr�a tenido entonces. La voluntad de esa poblaci�n no ha sido absolutamente consultada. Ha sido, por el contrario, marcialmente violentada. Cuando los alemanes ocuparon Ucrania, la Besarabia, separada de Rusia, qued� en aptitud de gobernarse a s� misma. El Consejo Nacional, Staful Tserik, proclam� primero la autonom�a de la Besarabia, bajo la denominaci�n de Rep�blica Moldava. Bajo la presi�n rumana, esta dieta regional decidi� la uni�n de la Besarabia a Rumania, pero en una forma que le aseguraba a�n cierto grado de autonom�a. Posteriormente, sometido a la coerci�n de la ocupaci�n militar del territorio por los rumanos, vot� la anexi�n incondicional a Rumania, siendo, a rengl�n seguido de este voto, disuelto por los invasores. 

Luego, el gobierno rumano ha practicado en Besarabia una pol�tica brutal de "rumanizaci�n" que muestra lo artificial de dicho voto de una asamblea coactada en su libertad m�s elemental. Las insurrecciones se han sucedido en la Besarabia. Y se han sucedido las represiones truculentas del sentimiento de la poblaci�n. Una de las p�ginas m�s espeluznantes del terror blanco en la Europa Central ha sido, como lo acredita la encuesta de Henri Barbusse, apoyada en mil testimonios fehacientes, la escrita por las bayonetas rumanas en la sufrida Besarabia.

   


NOTA: 

* Publicado en Variedades, Lima, 12 de Marzo de 1927.