OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

PROLOGO

 

En el primer editorial de la revista AMAUTA, Jos� Carlos Mari�tegui escribi�: "todo lo humano es nuestro". Ese podr�a ser, asimismo, el lema general de FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL. Cada p�gina de este libro est� marcada por la reflexi�n y la pasi�n internacionalista, universal, humana, de ese hombre que sab�a que el destino del Per� no se resuelve s�lo en el plano de una dial�ctica nacional sino tambi�n �y a veces en primer lugar� en otros escenarios del vasto drama hist�rico. En la Uni�n Sovi�tica, China o Alemania, ayer, como en Vietnam, Medio Oriente, Cuba, Bolivia o Chile, hoy. 

Asistimos en nuestro siglo a la lucha entre dos sistemas: el capitalismo y el socialismo. En su ocaso sangriento, los conglomerados y los monopolios, a trav�s de sus representantes pol�ticos (Departamento de Estado de los EE.UU., Foreign Office de Londres, Quai d'Orsay de Par�s) o de sus personeros militaristas y abiertamente fascistas (Pent�gono y anexos), muestran cartas aparentemente nuevas de su baraja. El �xito parece sonre�rles en muchos casos; un �xito basado en la falta de experiencia o de memoria de los pueblos. Libros como el que ahora tiene el lector en sus manos ense�an no s�lo a mirar hacia atr�s, por si acaso. Son un arma de conocimiento y de combate para ahora y para adelante. 

Este primer tomo de FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL est� compuesto de art�culos escritos entre setiembre de 1923 y diciembre de 1925. Lleva la impronta de un per�odo en que la ola de la revoluci�n mundial retroced�a ante la estabilizaci�n capitalista, una estabilizaci�n que era relativa porque a pesar de ella y contra ella se ergu�a, tr�gica y grandiosa, la Uni�n Sovi�tica, base invicta de las victorias que vendr�an; que era relativa porque se cumpl�a con el tal�n de Aquiles herido por la revoluci�n china; que era relativa porque se llevaba a cabo enfrentando el combate heroico del pro�letariado europeo contra el fascismo y el nazis�mo surgentes. 

La Revoluci�n Socialista de Octubre, m�ximo acontecimiento del socialismo contempor�neo seg�n la definici�n mariateguiana, hab�a estimu�lado la lucha del proletariado europeo y el des�pertar de las masas obreras y campesinas del mundo colonial. En Europa, la primera mareja�da revolucionaria no remat� en �xito. Los socia�listas de derecha contribuyeron decisivamente al fracaso. Dividieron a los obreros, borronearon las fronteras de clase entre el proletariado y la burgues�a, sembraron ilusiones reformistas, transformaron el trabajo marxista en una labor que Antonio Gramsci comparaba a las anualida�des de la casta Pen�lope: "de d�a, los revolucio�narios en los m�tines, en la propaganda, tejen la tela revolucionaria, hablan de comunismo, de so�viets, de internacionalismo", mientras "de no�che, los reformistas, tranquilamente due�os del mecanismo confederal, destruyen esta tela, arrui�nan los movimientos revolucionarios, atan de pies y manos a la clase obrera y la abandonan impotente a la venganza de los capitalistas". Jos� Carlos Mari�tegui, en una imagen que tiene la concreci�n palpitante del arte, habla de ese tipo de socialistas que "para atraer al socialis�mo a las masas obreras, redujo las reivindica�ciones socialistas casi exclusivamente al mejora�miento de los salarios y a la disminuci�n de las horas de trabajo. Este m�todo le permiti� crear una organizaci�n obrera; pero le impidi� insu�flar en esta organizaci�n un esp�ritu revolucio�nario". ("Pablo Iglesias y el socialismo espa��ol"). 

"�Qu� es el fascismo?", preguntaba Jos� Car�los Mari�tegui en 1921, en una de sus CARTAS DE ITALIA. Y ofrec�a a continuaci�n un juicio informado y orientador. En el presente volu�men, ese examen contin�a, a trav�s de los alti�bajos que van desde los coqueteos de Mussolini con el liberalismo hasta la transformaci�n del r�gimen de Mussolini en dictadura asesina, abier�ta y terrorista, no obstante incrustaciones ma�quiav�licas como el establecimiento de relacio�nes diplom�ticas con Mosc�. 

Tambi�n el fen�meno del fascismo alem�n �el nazismo� es estudiado en estas p�ginas. En una �poca en que casi nadie se ocupaba en la Am�rica Latina del ex cabo Hitler, Mari�tegui nos da, en trazo breve y genial, un cabal diag�n�stico del chovinismo, militarismo y revanchis�mo que nutrieron el nacionalsocialismo: "El fe�n�meno fascista ha sido alimentado ah� (en Ale�mania), en gran parte, por las consecuencias del tratado de Versalles y de la pol�tica opresora y guerrera de Poincar�. Las facciones reacciona�rias reclutan sus adeptos en la clase media afli�gida por los rigores de una miseria ins�lita (...) Adem�s, la amenaza creciente de la revoluci�n proletaria ha empujado a mucha gente incolora a una posici�n de extrema derecha. La polariza�ci�n de las masas a derecha y a izquierda, en Alemania, como en los dem�s pa�ses de avanza�do proceso revolucionario, se cumple a expensas de los partidos centristas". ("El fascismo y el monarquismo en Alemania"). En otras p�ginas, adelanta este pron�stico que la historia confir�m�: "El problema pol�tico de Alemania continua�r� por mucho tiempo sin soluci�n. Y es que esta soluci�n, seg�n los m�s seguros indicios, no pue�de ser electoral". ("Pol�tica alemana"). 

Mari�tegui, es bueno recalcarlo, no era un utopista ni un subjetivista. El vaticinio que aca�bamos de citar lo demuestra. Impresiona en esto la semejanza de sobriedad en el an�lisis con res�pecto a la mostrada por Lenin y Antonio Grams�ci en la �poca de ascenso del fascismo. El jefe bolchevique, seg�n ha revelado una remembran�za de Camilla Ravena, indic� a una delegaci�n italiana, all� por 1923, la gravedad de la amena�za mussoliniana y la urgencia de unificar al pro�letariado peninsular contra ella. En su VIDA DE ANTONIO GRAMSCI, Giuseppe Fiori precisa: "El partido ten�a la concepci�n de que era im�posible la instauraci�n de una dictadura fascista o militarista. Gramsci disent�a". Ocurre que Gramsci, como Mari�tegui, era un hombre que estudiaba y recomendaba estudiar atentamente al enemigo. No en balde lo hab�a enfrentado, adem�s, cara a cara. En nuestros pa�ses se tie�ne del fascismo la idea de una dictadura reac�cionaria descarada, que hoy no enga�ar�a a na�die. No fue tan simple. Este di�logo entre Gramsci y el jefe del fascismo puede ilustrar sobre el radio de acci�n de la demagogia reaccionaria: 

"GRAMSCI: S�lo puede llamarse revoluci�n a la que se basa en una nueva clase. El fascismo no se basa en ninguna clase que no estuviese ya en el poder... 

MUSSOLINI: �Pero si una gran parte de los capitalistas est�n contra nosotros! �Pero si puedo citar a grandes capitalistas que votan contra nosotros, que est�n en la oposici�n, los Motta, los Conti... " 

Otro cap�tulo importante en el presente volumen es el que se refiere a la coexistencia pac�fica (ver "Tchitcherin y la pol�tica exterior de los soviets"). "La Revoluci�n Rusa, comprueba Mari�tegui, ha pasado ya el episodio de la Santa Alianza. Concluye su jornada guerrera. Y entra en un per�odo en que los estados conservadores se avienen a una convivencia pac�fica con los estados revolucionarios". En trabajo incluido en el libro LENIN Y MARIATEGUI hemos intentado documentar la coincidencia de este punto entre el fundador del estado sovi�tico y el primer marxista creador latinoamericano. Ambos consideraron la pol�tica de coexistencia pac�fica entre estados de sistema social diferente no como una claudicaci�n del socialismo, sino como una imposici�n de la realidad hist�rica, econ�mica y social, sobre el capitalismo. 

Es de inter�s el retrato de Trotski que se configura en varias p�ginas de este volumen. La ca�da del pol�mico dirigente pol�tico sirve al Amauta para recordar que aqu�l "no ha sido nunca un bolchevique ortodoxo" y subrayar que "no es la primera vez que el destino de una revoluci�n quiere que �sta cumpla su trayectoria sin o contra sus caudillos. Lo que prueba, tal vez, que en la historia los grandes hombres juegan un papel m�s modesto que las grandes ideas". Hay que recordar que Mari�tegui escribe antes de que Trotski se entregue a la lucha anti-sovi�tica y a la organizaci�n de un movimiento cuya actuaci�n internacional ha arrancado juicios condenatorios de l�deres tan diversos como Stalin, Mao Tse-Tung, Fidel Castro y Ho Chi Minh, el venerado gu�a vietnamita que en julio de 1939 escribi�: "No puede existir alianza alguna ni otorgarse concesi�n alguna al grupo trotskista. Tenemos que hacer todo lo posible por desenmascararlos como lacayos de los fascistas y aniquilarlos pol�ticamente". 

Otro ejemplo de la riqueza aleccionadora de estas p�ginas son los art�culos referentes a China. Se titulan, elocuentemente: "La Revoluci�n China", "Sun Yat Sen" y "El imperialismo y la China". En ellos se plantean con cristalina claridad los t�rminos del problema chino y se apuntan las direcciones de su soluci�n bajo la hegemon�a del proletariado, constituido entonces en "ala izquierda del movimiento Kuo Ming Tang". Mari�tegui no ve el proceso como historiador o cronista, sino como revolucionario: en los intelectuales y los estudiantes de vanguardia advierte la levadura de un "ideario nuevo", de la "China naciente", en la fase antiimperialista y anti-feudal y para la fase siguiente, socialista. 

Como veremos m�s adelante, los conceptos de Mari�tegui sobre el caso chino refutan, de modo abrumador, los intentos recientes (del colombiano Francisco Posada, en su op�sculo "Los or�genes del pensamiento marxista en Latinoam�rica", y del franc�s Robert Paris, en la revista "Aportes", por ejemplo) de presentarlo como ep�gono idealista, subjetivista, irracionalista, voluntarista (todo en uno) de Benedetto Croce, Georges Sorel y hasta Miguel de Unamuno. Como partidario, en �ltima instancia, del materialismo hist�rico pero ajeno y hasta hostil a la filosof�a del marxismo. Dif�cil es encontrar a la altura hist�rica en que Mari�tegui escribi� esos art�culos un an�lisis m�s exacto y correcto del car�cter de clase de la revoluci�n china y de las fuerzas motrices de esa revoluci�n. El reproche de "voluntarismo" enderezado contra Mari�tegui desaparece a la luz de tales escritos. Mal parada resulta la desfiguraci�n de sus conceptos sobre el mito, los conceptos de un hombre que, en "El hombre y el mito" (EL ALMA MATINAL), afirmaba que "los motivos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra", que "no son divinos; son humanos, son sociales". Y que en DEFENSA DEL MARXISMO expresaba que la moral de la clase obrera depende de la energ�a y hero�smo con que opere en el terreno de la econom�a y la producci�n "y de la amplitud con que conozca y domine la econom�a burguesa". 

La etapa de la revoluci�n china examinada por Mari�tegui se ubica en el primer per�odo de la guerra civil revolucionaria china (1924-1927). El per�odo que marca la primera irrupci�n masiva de la clase obrera y los campesinos de un pa�s semicolonial en la escena activa de la historia, bajo la inspiraci�n de la Revoluci�n de Octubre y la direcci�n de un Partido de la clase obrera, del Partido marxista chino. 

La fase observada por Jos� Carlos es la de la lucha antiimperialista y antifeudal dirigida durante una etapa por criterios democr�tico-revolucionarios radicales, pero no �ntegramente consecuentes. Con ojo avizor, el Amauta ve, por debajo de la epidermis de las noticias cablegr�ficas, la sustancia de los sucesos. "Actualmente �escribe� luchan en China las corrientes democr�ticas contra los sedimentos absolutistas. Combaten los intereses de la grande y peque�a burgues�a contra los intereses de la clase feudal". Y m�s adelante: "El impulso revolucionario no puede declinar sino con la realizaci�n de sus fines. Los jefes militares se mueven en la superficie del proceso de la Revoluci�n. Son el s�ntoma externo de una situaci�n que pugna por producir una forma propia. Empuj�ndolos o contrari�ndolos, act�an las fuerzas de la historia. Miles de intelectuales y de estudiantes propagan en la China un ideario nuevo. Los estudiantes, agitadores por excelencia, son la levadura de una China nueva". No menos aguda y audaz es la observaci�n de que las luchas interimperialistas por el bot�n chino constituyen, objetivamente, un punto de apoyo para las fuerzas de la revoluci�n. La historia de la lucha revolucionaria del pueblo chino confirm� esa penetrante visi�n de la dial�ctica hist�rica en el milenario pa�s. 

Hasta comienzos de 1927, la revoluci�n china se proces� bajo las banderas de un amplio frente �nico antiimperialista y antifeudal. El Partido Comunista, fundado en julio de 1921 con apenas 52 miembros en todo el territorio, no superaba los 300 en 1923, dentro del marco de un tempestuoso desenvolvimiento de la lucha entre el Sur revolucionario y el Norte dominado por los se�ores de la guerra y del latifundio. Hasta entonces, el gran partido del pueblo chino es el Kuo Ming Tang o Partido Nacionalista. S�lo en enero de 1924, el Dr. Sun Yat Sen, fundador de la Rep�blica China y l�der m�ximo del Kuo Ming Tang, concuerda con los comunistas sobre el ingreso de �stos en las filas de su partido. Gracias en parte a la ayuda abnegada y la orientaci�n de cuadros pol�ticos y militares sovi�ticos, el gran dem�crata revolucionario, aleccionado por la dura experiencia interna e internacional, arriba a la formulaci�n de sus tres grandes principios: alianza con la Uni�n Sovi�tica para la lucha contra el imperialismo, colaboraci�n con el Partido Comunista Chino y defensa de los intereses de los obreros y los campesinos. En lo pol�tico, empieza a desprenderse de dos concepciones err�neas antes criticadas por los marxistas chinos y por el III Congreso de la Internacional Comunista: "1� la esperanza de que los estados extranjeros (capitalistas) ayudar�an a la revoluci�n nacional en China, y 2� la concentraci�n de todas las fuerzas en la actividad militar, subestimando la propaganda entre las masas". A partir de entonces empieza a estimar que de los "dos factores" �el ej�rcito y el partido�, el partido, y no el ej�rcito, era el "fundamental" y el "m�s seguro". 

En enero de 1925, el P. C. Chino inscribi�, por fin, a su afiliado n�mero mil. Los comunistas eran, en el agitado oc�ano del nacionalismo, apenas una gota consciente y en�rgica. En el Kuo Ming Tang eran, fuera de toda duda, el n�cleo m�s avanzado y combativo. Fue entonces que, el 30 de mayo de 1925, el imperialismo cometi� uno de esos cr�menes que aceleran la historia. Que marc�, en todo caso, un viraje decisivo en el destino de la China moderna. Ese d�a, una manifestaci�n de protesta por la muerte de un obrero textil, fue atacada por soldados de las concesiones internacionales de Shangai. Doce trabajadores resultaron muertos, Por todo el pa�s se extendi� una ola de c�lera y de lucha, a cuya cabeza se puso la vanguardia pol�tica de la clase obrera. Si en enero los comunistas eran s�lo mil, en noviembre llegaban ya a diez mil. Nadie iba a detener en lo futuro ese torrente. Asustada por el avance de la revoluci�n, el ala burguesa del Kuo Ming Tang (del Kuo Ming Tang de izquierda, para m�s se�as), encabezada por el joven general Chang Kai-Chek, realiz� una maniobra que es ejemplo ilustrativo de felon�a, crueldad sanguinaria y bonapartismo demag�gico. A la cabeza del ej�rcito revolucionario del Sur, Chang se. hab�a convertido en l�der popular. En marzo de 1927, cuando sus tropas se acercaban a Shanghai, los comunistas acaudillaron una huelga insurreccional, lanzaron al ataque a las fuerzas populares, y se adue�aron de la gran metr�poli china. Para ingresar en triunfo a ella, Chang no tuvo, as�, que disparar un solo tiro. El nacionalismo y su alianza con los comunistas parec�an en la hora de su apogeo. Pero, en secreto, la diplomacia occidental preparaba una sorpresa. El c�nsul de Francia se entrevist� con Chang y con el gangster Tu Yueh-sen. Con ambos acord� el objetivo: encarcelar y asesinar a todos los comunistas de Shanghai, que eran varios millares. Pr�cticamente ninguno se salv�. 

Fue una lecci�n terrible no s�lo para los revolucionarios de China. La causa de la revoluci�n pareci� haber experimentado una cat�strofe definitiva. Trotski y sus adl�teres empezaron a enrostrar la culpa a Stalin y la Internacional Comunista. La verdad es que la t�ctica seguida en China hab�a diseminado poderosa semilla en la tierra milenaria. La unificaci�n con el Kuo Ming Tang fortaleci�, en general, a los comunistas. Si error hubo, fue el de una direcci�n oportunista dirigida por Chen Tu-siuh, fundador del Partido pero derechista sin remedio. El hab�a impedido una pol�tica rigurosamente independiente, en los hechos y en las palabras, de parte de los marxistas. La directiva de Chen: "todo el trabajo hacia el Kuo Ming Tang" era adversa a los criterios leninistas y ajena a la orientaci�n de la Internacional Comunista que demandaba la conservaci�n de la independencia ideol�gica y organizativa del Partido. En todo caso, anotemos que en �l se da el hecho de un jefe pol�tico que sacrifica el futuro en el altar del presente, subordinando la estrategia de la hegemon�a proletaria a una t�ctica que era justa en la medida en que no se exagerara, en la medida en que no condujera a decapitar la independencia pol�tica del partido marxista y a sacrificar los intereses vitales y las reivindicaciones diarias de las masas. 

Jos� Carlos Mari�tegui escribi� en "La lucha final", cap�tulo de EL ALMA MATINAL, que en la India, la China y la Turqu�a de su tiempo "el mito revolucionario ha sacudido y reanimado, potentemente, a esos pueblos en colapso". Anotemos de paso que este trabajo fue redactado en la misma semana y el mismo mes que "Sun-Yat-sen", la impecable semblanza personal e hist�rica del dem�crata revolucionario chino. Quiz�s eso debiera hacer pensar a quienes como Posada (elogiado sin reservas y sin respuesta en un art�culo de "Expreso", de Lima; de mayo �ltimo) o Robert Paris distorsionan, a fuerza de exagerar, las ideas mariateguianas acerca del mito, y pierden de vista las diferencias entre �stas y la que sustentaba Sorel. Una lectura atenta y leal de Mari�tegui nos indica as� c�mo el marxismo del Amauta era simplemente el marxismo, un marxismo antidogm�tico, exploratorio, audaz en la b�squeda de caminos nuevos para la teor�a y la pr�ctica, ajeno a toda repetici�n escolar; pero no, de ning�n modo, proclive a concesiones a las ideolog�as del enemigo de clase. 

Para terminar, se�alemos un aspecto singularmente actual. de este volumen. Es el an�lisis del nacionalismo irland�s, un an�lisis que no excluye �fineza espiritual de un revolucionario genuino� la admiraci�n por el romanticismo revolucionario de los patriotas de ese pa�s, cuya suerte conmovi� y moviliz�, el siglo pasado, al poeta Lord Byron. "Estos rom�nticos sinn feiners no ser�n vencidos nunca, manifiesta Mari�tegui. Representan el persistente anhelo de libertad de Irlanda. La burgues�a irlandesa ha capitulado ante Inglaterra; pero una parte de la peque�a burgues�a y el proletariado han continuado fieles a sus reivindicaciones nacionales. La lucha contra Inglaterra adquiere as� un sentido revolucionario. El sentimiento nacional se confunde, se identifica, con un sentimiento clasista". Lo cual equivale a se�alar toda la diferencia entre el nacionalismo burgu�s y el patriotismo revolucionario. El primero tiende hacia el compromiso. El segundo marcha hacia la revoluci�n. 

Mari�tegui, internacionalista, el hombre que sent�a como propio todo lo humano, escribi� estos art�culos �no lo olvidemos� en el mismo per�odo en que convert�a a "Claridad" de revista estudiantil en �rgano doctrinario de la Federaci�n Obrera Local; en que publicaba, en el peri�dico de la Federaci�n Textil, su llamamiento del Primero de Mayo de 1924 en pro del frente �nico proletario. Es decir, escribi� pensando no s�lo en ilustrar sobre sucesos extranjeros, sino, sobre todo, buscando iluminar la conciencia y la realidad de los trabajadores peruanos. Conviene pensar, asimismo, que estos trabajos fueron escritos en �poca de reflujo del movimiento revolucionario. Lo cual quiere decir que son producto de una filiaci�n y una fe inconmovibles. Quiz�s nada refleja mejor ese sentido que estas palabras de su DEFENSA DEL MARXISMO: "La fuerza que mantuvo viva hasta 1923, con alguna intermitencia, la esperanza revolucionaria no era (...) la inquietud tumultuaria de la juventud en severa vigilia; era la desesperada lucha del proletariado en las barricadas, en las huelgas, en los comicios, en las trincheras". Atento a los zigzags de la revoluci�n mundial, Jos� Carlos Mari�tegui era ante todo un revolucionario que preparaba nuevas tempestades de la acci�n revolucionaria. Las derrotas eran a sus ojos una lecci�n para la victoria.

 

CESAR LEVANO