OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

HILFERDING Y LA SOCIAL-DEMOCRACIA ALEMANA*

 

Mala fortuna tienen, en esta �poca, las enten�tes. La Entente anglo-franco-italiana, desavenida y descompaginada, cruge peri�dica y ruidosamente. La entente entre Stinnes y la social-democracia alemana resulta tambi�n una uni�n morgan�tica fr�gil y quebradiza. Las relaciones entre los populistas y los socialistas alemanes son corteses en la ma�ana, contenciosas en la tarde. A consecuencia de estos malos humores consuetudinarios se desplom� dram�ticamente el ministerio Stressemann-Hilferding. 

A la cr�nica de esa crisis ministerial �de la cual ha salido galvanizada y remendada la h�brida coalici�n industrial-socialista� est� muy vinculado el nombre de Rudolph Hilferding, uno de los leaders primarios, uno de los conductores sustantivos de las socialdemocracia alemana. La figura de Hilferding, agriamente contrastada durante la crisis ministerial, tiene as� contornos de actualidad y relieves de moda. Su presentaci�n en este proscenio hebdomadario de personajes y escenas mundiales es oportuna, adem�s, para enfocar a la social-democracia en una postura dif�cil de su historia, La pol�tica de Hilferding en el ministerio de finanzas obedec�a a la necesidad de apaciguar la agitaci�n y la miseria de las masas. Tend�a, por esto, a revalorizar el marco y a fiscalizar los precios de la alimentaci�n popular. Hilferding pro�yectaba que el Estado se incautase de todas las divisas extranjeras existentes en Alemania. De�cret� la declaraci�n forzosa de estos valores por sus propietarios. Y amenaz� a los remisos con severos castigos. Esta pol�tica fiscal atacaba el inter�s de los rentistas, de los agricultores y de otros acaparadores habituales de monedas ex�tranjeras. Una gran parte de la burgues�a ale-mana ulul� contra la demagogia financiera del ministro socialista. No se trataba, en verdad, de un caso de demagogia personal. Hilferding actua�ba conminado por las masas, desconfiadas y malcontentas del entendimiento con Stinnes, de�fensoras vigilantes de la jornada de ocho horas. Pero las cr�ticas eran inevitablemente nominati�vas. Y apuntaban contra Hilferding. Vino la fractura del bloque populista-socialista. Se predijo la imposibilidad de soldarlo y la inminencia de que brotara de la crisis una dictadura. Un fren�te �nico de todos los partidos burgueses �pangermanistas, populistas, cat�licos y dem�cra�tas� bajo el auspicio y la direcci�n de Stres�semann. Pero los cat�licos y los dem�cratas �tendencialmente centristas y transaccionales� opinaron por la reconstrucci�n de un gobierno parlamentario emanado de la mayor�a del Reichstag. Estas sugestiones centristas coincidieron con rec�procas concesiones de populistas y socialis�tas y promovieron la reconstituci�n del antiguo bloque mixto. Surgi� as� el actual gabinete Stres�semann. La estructura parlamentaria de este ga�binete es la misma del gabinete anterior; pero su personal es un poco diverso. Hilferding, por ejemplo, no ha vuelto al ministerio de finanzas. 

Hilferding es uno de los economistas m�xi�mos de la social-democracia. (El viejo Berstein marcha hacia su jubilaci�n). El grupo socialista del Reichstag considera a Hilferding su mejor experto, su mejor t�cnico de finanzas. Una tarde, en el Reichstag, conversando con Breischeidt �otro leader de la social-democracia actualmen�te candidato al ministerio de negocios extranje�ros� quise de �l algunos esclarecimientos con�cretos sobre el programa financiero del grupo socialista. Olvidaba la tendencia de los alema�nes a la especializaci�n, al tecnicismo, al enca�sillamiento. Breischeidt, especialista en cuestio�nes extranjeras, no se reconoc�a capacidad pa�ra hablar de cuestiones econ�micas. Y me remi�ti� al especialista, al perito: Vea usted a Hil�ferding. Hilferding le expondr� nuestros puntos de vista. Presentado por Breischeidt, conoc� a Hilferding. El marco �era el mes de noviembre del a�o �ltimo� ca�a vertiginosamente. Segu�a la v�a de la corona austr�aca y del rublo mos�covita. Hilferding estudiaba los medios de estabi�lizarlo. Nuestra conversaci�n, inactual ahora, vers� sobre este t�pico. 

Antiguo estudioso de econom�a, Hilferding es un exegeta original y hondo de las tesis econ�micas de Marx. Es autor de un libro notable, El Capital Financiero, dedicado al examen de los fen�menos de la concentraci�n capitalista. Hilferding observa en este libro que la concen�traci�n capitalista est� cumplida en los pa�ses de econom�a desarrollada. En Alemania, por ejemplo, la producci�n se encuentra casi totalmente controlada por los grandes bancos. Y por consiguiente, la simple socializaci�n de �stos ser�a la inauguraci�n del r�gimen colectivista. Das Finanzkapital interes� mucho a la cr�tica marxis�ta. Y coloc� a Hilferding en los rangos, m�s cons�picuos de la social-democracia. 

La posici�n de Hilferding en el socialismo alem�n ha sido, en un tiempo, una posici�n de izquierda y de vanguardia. Pero Hilferding no ha jugado nunca un rol tribunicio ni tumultuario. Se ha comportado siempre exclusivamente como un hombre de estado mayor. Ha sido invariablemente un estadista cient�fico, terso, g�lido, cerebral; no ha sido un tipo de conductor ni de caudillo. Durante la guerra, el grupo socialista del Reichstag secision�. Una minor�a, acaudillada por Liebnecht, Dittmann, Hilferding, Crispien, Haase, declar� su oposici�n a los cr�ditos b�licos. Y asumi� una actitud hostil a la guerra. La mayor�a expuls� de las filas de la social-democracia a los diputados disidentes. Entonces la minor�a fund� un hogar aparte: el partido socialista independiente. En 1918, emergi� de la revoluci�n alemana una tercera agrupaci�n socialista: los comunistas o espartaquistas de Karl Liebnecht y Rosa Luxemburgo. Los socialistas independientes ocuparon una posici�n centrista e intermedia. Diferenciaron su rumbo del de los socialistas mayoritarios y del de los comunistas. Hilferding dirig�a el �rgano de la facci�n: "Die Freiheit". En 1920, los socialistas independientes tuvieron en Halle su congreso hist�rico. Deliberaron sobre las condiciones de adhesi�n a la Tercera Internacional y de uni�n a los comunistas. Una fracci�n, encabezada por Hoffmann, Stoecker y Daumig propugnaba la aceptaci�n de las condiciones de Mosc�; otra fracci�n, encabezada por Hilferding, Crispien y Ledebour, la combat�a. Zinoviev, a nombre de la Tercera Internacional, asisti� al congreso. Hilferding, orador oficial de la fracci�n esquiva y secesionista, polemiz� con el leader bolchevique. El congreso produjo el cisma. La mayor�a de los delegados vot� por la adhesi�n a Mosc�. Trescientos mil afiliados abandonaron los rangos del partido socialista independiente para sumarse a los comunistas. El resto de la agrupaci�n reafirm� su autonom�a y su centrismo. Pero aligerado de su lastre revolucionario, empez� muy pronto a sentir la atracci�n del viejo hogar social-democr�tico. En el proletariado no existen sino dos intensos campos de gravitaci�n: la revoluci�n y la reforma. Los n�cleos desprendidos de la revoluci�n est�n destinados, despu�s de un intervalo errante, a ser atra�dos y absorbidos por la reforma. Esto le aconteci� a los socialistas independientes de Alemania. En octubre del a�o pasado reingresaron en los rangos de la social-democracia y del "Vorvaerts". Y extinguieron la cism�tica "Freiheit". Unicamente Ledebour y otros socialistas, bizarramente secesionistas y centr�fugos, se resistieron a la unificaci�n. 

Hilferding est� clasificado, dentro del socialismo europeo, como uno de los representantes de la ideolog�a democr�tica y reformista. En la pol�mica, en la controversia entre bolchevismo y menchevismo, entre la Segunda y la Tercera Internacional, la posici�n de Hilferding no ha sido rigurosamente la misma de Kautsky. Hilferding ha tratado de conservar una actitud virtualmente revolucionaria. Ha impugnado la t�ctica putschista e insurreccional de los comunistas; pero no ha impugnado su ideolog�a. Ha disentido de la praxis de la Tercera Internacional; pero no ha disentido expl�citamente de su teor�a. Ha dicho que era necesario crear las condiciones psicol�gicas, morales, ambientales de la revoluci�n. Que no bastaba la existencia de las condiciones econ�micas, Que era elemental y primario el orientamiento espiritual de las masas. Pero esta dial�ctica no era sino formal y exteriormente revolucionaria. Malgrado sus reservas mentales, Hilferding es un social-democr�tico, un social-evolucionista; no es un revolucionario. Su localizaci�n en la social-democracia no es arbitraria ni es casual. 

Zinoviev, en su prosa beligerante, pol�mica y agresiva, define as� al autor de Das Finanzkapital: "Hilferding es una especie de subrogado de Kautsky. Y el Hilferding enmascarado es m�s aceptable que el Kautsky tontamente sincero. Sus relaciones con banqueros y agentes de bolsa han desarrollado en Hilferding una elasticidad que no posee su maestro Kaustky. Hilferding esquiva con una facilidad extraordinaria las cuestiones dif�ciles. Sabe callar ah� donde Kautsky profiere abiertamente insulceses contrarrevolucionarias. En una palabra, es adaptable, el�stico y prudente". 

Pero este Hilferding, mordazmente excomulgado y descalificado por la extrema izquierda, resulta, naturalmente, un peligroso y disolvente demagogo para la extrema derecha. Su ca�da del ministerio de finanzas, por ejemplo, es un efecto de la incandescente ojeriza reaccionaria y conservadora. El compromiso, la transacci�n entre la alta industria y la social-democracia, se basaron sobre el inter�s precariamente com�n de una pol�tica de saneamiento del marco y de mitigamiento del hambre y la miseria. La requisici�n de valores extranjeros de propiedad particular y la fiscalizaci�n de los precios de los granos y las legumbres no molestaban a Stinnes ni a la alta industria. Pero her�an intensamente a las varias jerarqu�as de agricultores, de comerciantes, de intermediarios y de especuladores, interesados en sustraer sus divisas extranjeras y sus precios al control del Estado. Y la social-democracia, en tanto, no pod�a renunciar a estas medidas elementales. Al mismo tiempo, no pod�a avenirse pasivamente a la abolici�n de la jornada de ocho horas ni al abandono de los ferrocarriles ni de los bosques demaniales a un trust privado. Aqu� comenz� el choque, el conflicto entre los socialistas y los populistas. Este choque, este conflicto reaparecen en la cuesti�n de la emisi�n de una nueva moneda. A este respecto, los puntos de vista de la industria y de la agricultura, de los populistas y de los pangermanistas, casi coinciden y convergen. Helferich, leader del partido de los junkers y los terratenientes, propone la creaci�n de un banco privado que emita una moneda estable respaldada con cereales y oro por la agricultura y la in�dustria. Los industriales planean un banco de emisi�n con un capital de quinientos millones de marcos oro cubierto con suscripciones de la industria y del capital extranjero. Ambos pro�yectos trasladan del Estado a los particulares la funci�n de emitir moneda. Esta es su caracter�stica esencial. Ahora bien. Los socialistas quie�ren absolutamente que la emisi�n de una moneda estable sea efectuada por el Estado a base de en�rgicas imposiciones a la gran propiedad. Un compromiso, un acuerdo resultan, por tanto, asaz dif�ciles y problem�ticos. El capitalismo alem�n intenta asumir directamente las funcio�nes econ�micas del Estado. Pretende, en suma, separar el Estado econ�mico del Estado pol�tico. La crisis del Estado contempor�neo, del Es�tado democr�tico se dibuja aqu� en sus contornos sustanciales. El capitalismo alem�n dice que, si no es independizada del Estado, la emisi�n del marco estar� sujeta a nuevos exorbitantes inflamientos. Los ingresos del Estado no alcanzan a cubrir ni un quince por ciento de los egresos. El Estado, por consiguiente no dispone de otro recurso que la impresi�n constante, vertiginosa, desenfrenada de papel moneda. Estas observaciones descubren, indirectamente, la in�tenci�n de los capitalistas. Despojado de la funci�n de emitir moneda, subordinado a los auxilios voluntarios de los capitalistas, el Estado caer�a en la bancarrota, en la falencia, en la miseria. Tendr�a que reducir al l�mite m�s modesto sus servicios y sus actividades. Tendr�a que licenciar a un inmenso ej�rcito de funcionarios, empleados y trabajadores. La industria privada se librar�a de la concurrencia del Estado empresario en el mercado del trabajo. Los acreedores de Alemania �Francia, etc.� no pudiendo ne�gociar ni pactar con el Estado insolvente y men�digo, negociar�an y pactar�an directamente con los trusts verticales. 

Los leaders de la social-democracia no pueden aceptar esta pol�tica plutocr�tica. La burgues�a alemana tiende, por eso, a una dictadura de las derechas. Y su actitud estimula en el proletariado la idea de una dictadura de las izquierdas. El gabinete de Stressemann puede ser muy bien el �ltimo gabinete parlamentario de Alemania. La tendencia hist�rica contempor�nea es la tendencia al gobierno de clase. La situaci�n del mundo se opone a que prospere la pol�tica de la transacci�n, de la reforma y del compromiso. Y la crisis de esta pol�tica, que es la crisis de la democracia, condena al ostracis�mo del poder y de la popularidad a los hombres de filiaci�n democr�tica y reformista.

 


NOTA:

* Publicado en Variedades, Lima, 20 de Octubre de 1923