OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

EL PROCESO DEL DIRECTORIO*

 

Las maniobras del Conde de Romanones para organizar un frente �nico de los partidos constitucionales indican claramente que la crisis del r�gimen reaccionario inaugurado en Espa�a en setiembre de 1923 ha entrado en una fase aguda. El redomado conde no dar�a este paso si no estuviese seguro de su oportunidad. Su cauta ofensiva debe haberse asegurado, previamente, el consenso t�cito o expl�cito de la monarqu�a. El rey no puede ser extra�o a las maniobras del leader liberal como no fue extra�o al golpe de Primo de Rivera. La aventura del Directorio no ha tenido fortuna. Alfonso XIII siente, por tanto, la urgencia de liquidarla prontamente. Existen indicios inequ�vocos de que desea desembarazarse de los servicios y de la espada del marqu�s de la Estrella. La revista "Europe" de Par�s, en un art�culo sobre el Directorio, cuenta que Alfonso XIII, en agosto �ltimo, conversando en una playa del norte de Francia con uno de sus amigos sportsmen, tuvo esta frase: "Yo sab�a que Primo de Rivera era un hombre muy poco serio, pero yo no lo cre�a tan est�pido".

Posteriormente, el disgusto del rey debe haberse acentuado. La posici�n de Espa�a en Marruecos, no obstante los exasperados esfuerzos militares del Directorio, ha sufrido un tremendo quebranto. Todos los problemas de la vida espa�ola, que el Directorio ofreci� resolver taumat�rgicamente en unos pocos meses, se han exacerbado bajo el nuevo tratamiento. El Directorio se contenta con haberlos eliminado del debate p�blico y, sobre todo, del debate period�s�tico. Como dice el Conde Romanones, en su li�bro Las Responsabilidades del Antiguo R�gimen, la llamada nueva pol�tica "logra el triunfo de suprimir esos males, no de la vida, que a tanto no llega, sino de la publicidad, para lo cual bas�ta y sobra con la diligencia y celo del atareado censor".

El Directorio se propon�a transformar radi�calmente Espa�a. La prosa hinchada y petulan�te de sus manifiestos anunciaba la apertura de una era nueva en la vida espa�ola. El viejo r�gimen y sus hombres, seg�n Primo de Rivera y sus fautores, quedaban definitivamente cance�lados. Empezaba con el golpe de estado del 13 de setiembre un f�lgido cap�tulo de la historia de Espa�a. Primo de Rivera asignaba al Direc�torio una misi�n providencial.

Los objetivos fundamentales de su dictadu�ra eran los siguientes: pacificaci�n de Marrue�cos y liquidaci�n, victoriosa naturalmente, de la guerra rife�a; soluci�n integral de los proble�mas econ�micos y fiscales de Espa�a; reafirma�ci�n de la unidad espa�ola y extirpaci�n de to�da tendencia separatista; licenciamiento y ostra�cismo del gobierno de los antiguos partidos, de sus hombres y de sus ideas; sofocaci�n de las agitaciones revolucionarias del proletariado; organizaci�n de nuevas, sanas e impolutas fuerzas pol�ticas que asumiesen el poder cuando el Directorio considerara cumplida su obra.

Examinemos, sumariamente, los resultados de la pol�tica del Directorio en estas diversas cuestiones.

Marruecos no s�lo no est� pacificado sino que est� m�s conflagrado que nunca. Abd-el-Krim y sus tribus han infligido a las tropas espa�olas una serie de derrotas. Orgulloso de su victoria, el caudillo rife�o adopta ante Espa�a una actitud altanera. Pretende tratarla como a una naci�n vencida. Amenaza con arrojar totalmente del territorio africano a los espa�oles. Aparece cada d�a m�s evidente que Espa�a ha malgastado, est�ril e insensatamente, su hero�smo y su sangre en una empresa absurda. El problema marroqu� se plantea hoy en peores t�rminos que ayer.

La continuaci�n de la guerra de Marruecos mantiene el desequilibrio fiscal. El Directorio, como era f�cil preverlo, resulta impotente para concebir siquiera un plan de reorganizaci�n de la econom�a espa�ola. M�s impotente a�n resulta, por supuesto, para actuarlo. Le falta capacidad t�cnica. Le falta autoridad pol�tica. La plutocracia espa�ola ve en Primo de Rivera un gendarme de sus intereses econ�micos. No puede consentirle, por consiguiente, ninguna veleidad, ning�n experimento que los contrar�e o los amenace. El m�todo reaccionario, por otra parte, como se constata presentemente en Italia, crea un clima hist�rico adverso al propio desarrollo de la econom�a y la producci�n capitalistas. Los elementos m�s inteligentes de la burgues�a europea se muestran desencantados del ensayo fascista.

Para suprimir el regionalismo, el Directorio emplea las mismas armas que para suprimir otros sentimientos de la vida espa�ola: persigue y reprime su expresi�n p�blica. Pero este sistema simplista y marcial es, evidentemente, el menos recomendable para ahogar el separatismo. Los fermentos separatistas, en lugar de debilitarse, tienen que agriarse sordamente. Los catalanistas no son menos catalanistas que antes desde que Primo de Rivera les proh�be la ostentaci�n de su regionalismo. La pol�tica de la mano fuerte ha prestado, sin duda, un p�simo servicio a la causa de la unidad espa�ola. No se tardar� mucho en comprobarlo.

Los resultados obtenidos, en cuanto concierne a la proscripci�n de la vieja pol�tica y de sus caciques, no pueden haber sido menos coherentes con los supuestos prop�sitos del Directorio. La dictadura exhum� las m�s ancianas reliquias de la pol�tica espa�ola. Algunos personajes de origen carlista y absolutista sintieron legada su hora. Toda la fauna reaccionaria salud�, exultante, al "nuevo r�gimen". Y, ahora, como vemos, se aprestan otra vez, con la complacencia de la monarqu�a, a la reconquista del poder, los mismos grupos y los mismos hombres que Primo de Rivera y sus generales se hac�an la ilusi�n de haber barrido para siempre del gobierno. La vieja pol�tica resucita. La cirug�a militar parece haberle injertado algunas gl�ndulas j�venes.

Y, conexamente, ha fracasado la organizaci�n de un partido nuevo, heredero del esp�ritu y de la obra del Directorio. La larvada idea de la Uni�n Patri�tica no ha conseguido prosperar. Los cuadros de la Uni�n Patri�tica est�n compuestos de elementos arribistas, desorientados, mediocres. No han logrado siquiera atraer a sus rangos a unos cuantos intelectuales m�s o menos decorativos y brillantes. Muerto el Directorio, los febles y precarios cuadros de la Uni�n Patri�tica se dispersar�n sin estr�pito.

La represi�n de las ideas revolucionarias, en fin, ha sido an�logamente ineficaz. El partido socialista sale m�s fuerte de la prueba. La magra democracia espa�ola, que coquetea intelectualmente con los socialistas desde hace alg�n tiempo, reconoce ahora en ellos una fuerza decisiva del porvenir. El movimiento comunista ha crecido. Las persecuciones con que el Directorio lo distingue denuncian la preocupaci�n que su desarrollo inspira.

Tal es, en r�pido resumen, el balance del a�o y medio de dictadura del Directorio. De ning�n r�gimen se puede pretender ciertamente que en tan corto plazo realice su programa. Pero s� que demuestre al menos su aptitud para actuario gradualmente. El Directorio, de otro lado, no ha conseguido formular un programa verdadero. Se ha limitado a enumerar sus objetivos con un vanidoso alarde de su seguridad de alcanzarlos.

El Directorio tiene en Espa�a la misma funci�n hist�rica que el fascismo en Italia. Pero el fen�meno reaccionario exhibe en ambos pa�ses estructura y potencia diferentes. En Italia es vigoroso y original; en Espa�a es an�mico y caricaturesco. El fascismo es un partido, un movimiento, una marejada. El Directorio es un club de generales. No representa siquiera toda la plana mayor del ej�rcito espa�ol. Primo de Rivera no tiene suficiente autoridad sobre sus colegas. El general Cavalcanti, uno de sus colaboradores del golpe de estado de setiembre, complot�, no hace mucho, por reemplazarlo en el poder. El general Berenguer, responsable de sospechosos flirts con la "vieja pol�tica", acab� recluido en una prisi�n militar. Y las malandanzas militares de Primo de Rivera en Marruecos deben haber disminuido mucho su prestigio profesional en el ej�rcito.

Esta junta de generales que gobierna toda v�a Espa�a no es sino una an�cdota de ese "antiguo r�gimen" y de esa "vieja pol�tica" que tanto se complace en detractar. El antiguo r�gimen, la vieja pol�tica, subsisten. Uno de sus hombres representativos, el socarr�n Conde de Romanones, nos lo asegura, mientras se dispone a recibir la herencia del Directorio. Se bosqueja la formaci�n de un bloque constitucional y mon�rquico. El pr�ximo s�bado enfocar� este sector de la pol�tica espa�ola.

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades, Lima, 21 de Febrero de 1925.