OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

EL ALMA MATINAL

     

      

"SIN NOVEDAD EN EL FRENTE"

por: ERICH MARIA REMARQUE1

La novela de guerra es la fruta de estaci�n de la literatura alemana. No es s�lo el libro de Erich Mar�a Remarque, con sus varias centenas de miles de ejemplares, el que ha llevado a la literatura de Alemania el tema del frente; ni es s�lo el libro de Ernest Glaesser el que ha enfo�cado �ltimamente, en esa literatura, el cuadro retrofrente, el duma de los que sufrieron la guerra en la ciudad y el campo, lejos de las trin�cheras. La novela de guerra se presenta en Ale�mania en completo y variado equipo. A cierta distancia de la obra de Zweig han aparecido Sin Novedad en el Frente, de Erich Mar�a Remarque; Los que ten�amos doce a�os, (Jahrgang 1902), de Ernest Glaesser; Guerra, de Ludwig Renn y Ghinster, de autor an�nimo. Zweig explicaba en una interview del Berliner Tageblatt, el retraso con que llegaba su propio libro, con estas pala�bras: "Los alemanes tienen necesidad de m�s distancia y objetividad". Otro autor prefiere re�conocer en la actual boga de los libros de gue�rra en Alemania, una consecuencia de la estabi�lizaci�n capitalista, mientras un tercero la en�tiende como el anuncio de tina nueva marea ro�m�ntica y revolucionaria. Lo cierto es que ni Zweig ni Remarque han inaugurado en alem�n esta literatura. En 1917, como lo ha recordado Henri Barbusse, se publicaba el hondo relato del austriaco Andreas Latzko Los hombres en guerra. Barbusse reivindica justicieramente el valor de este libro, salido a la luz en plena tormenta, cuando la cr�tica ten�a que descartarlo de su comentario. Y como novela de la guerra en lo que en algunos pa�ses se ha llamado "el frente interno", a esta reivindicaci�n hay que agregar la de El hombre es bueno, de Leonhard Frank, otro austriaco. Pero Latzko y Frank, con sus pat�ticos y magn�ficos testimonios, desafiaron demasiado pronto los sentimientos de un p�blico educado en el respeto de los comunicados del cuartel general. A Alemania vencida le era menos f�cil que a Francia victoriosa aceptar una versi�n ver�dica de la guerra en las trincheras. Ahora, las cosas han cambiado. Un libro de guerra bajo el signo de Locarno, en tiempos en que es l�cito dar rienda suelta al pacifismo literario, siempre que no entra�e una condenaci�n expl�cita del orden capitalista; se convierte en un buen fil�n editorial. La protesta de los "cascos de acero" contra una descripci�n demasiado realista y osada, no puede sino favorecer el tiraje, excitando la curiosidad del p�blico, como ha ocurrido en el caso de Sin novedad en el frente. Adem�s, en diez o doce a�os, las im�genes de la guerra se han sedimentado y clasificado en el esp�ritu de los novelistas alemanes, que se han impuesto el trabajo de revivir, estilizadas, las escenas del frente. Como los cineastas, estos novelistas est�n en aptitud de recortar todo lo que, en su acervo de impresiones, es vago o redundante. En esta simplificaci�n cinematogr�fica de los materiales de su relato reside, quiz�, una buena parte del secreto de Sin novedad en el frente. Erich Mar�a Remarque nos ahorra en su libro las repeticiones. Sus impresiones del frente se encuentran ordenadas, clasificadas, con riguroso sentido de su valor en el relato, �iba a decir el film. Su divisi�n comprende una escena certeramente escogida, de cada aspecto, de cada g�nero de emociones b�licas. A tal punto lo pat�tico y singular de la escena tiene valor en s� mismo, en este libro, que no falta quien desconf�e de la unidad y de la individualidad estricta de la experiencia en que Sin novedad en el frente extrae sus elementos. Un combatiente, que est� escribiendo tambi�n sus memorias del frente, nota en el relato de Remarque algunas incoherencias. Me afirma que un hombre que da algunos pasos convulsos despu�s que le han rebanado la cabeza es una pura fantas�a literaria. El hombre a quien se corta la cabeza cae instant�neamente. El golpe violento y r�pido, lo derriba.

Pero, a�n admitiendo la intervenci�n del artificio literario, no se pasa por las p�ginas del libro de Remarque, sin el estremecimiento que sentimos s�lo al tocar un grado conspicuo de verdad y de belleza. La descripci�n sobria, precisa, directa, de algunas escenas est� tan admirablemente lograda, como es dable �nicamente a un verdadero artista. La escena del cementerio, la de los caballos ametrallados, entre otras, tienen la fuerza de las grandes expresiones tr�gicas. Remarque ha asido las notas m�s pat�ticas de la agon�a del combatiente. Desde la existencia reducida a sus m�s simples t�rminos de animalidad tr�fica, hasta la nostalgia del campesino a qui�n la contemplaci�n de unas flores de cerezo incita locamente a la fuga, a la deserci�n, esto es a la muerte, todo est� escrupulosa y potentemente observado en Sin novedad en el frente. Y hay en este libro pasajes transidos de piedad, de compasi�n, que nos comunican con lo m�s acendrado y humano de la emoci�n del combatiente. Por ejemplo, el ya citado en que los soldados asisten desesperados al sufrimiento y a la agon�a de los caballos, bajo el fuego de las granadas, y en que uno dice: "Es la m�s horrenda infamia que los animales tengan que venir a la guerra". Y, m�s adelante, aquel cuadro triste de los prisioneros rusos, grandes y mansos campesinos, miserables, piojosos, fam�licos, barbudos, diezmados por el hambre y la enfermedad. "�Qui�n no ve ante esos pobres prisioneros, silenciosos, de cara infantil, de barbas apost�licas, que un sub-oficial para un quinto y un profesor para un alumno son peores enemigos que los rusos para nosotros? Y, sin embargo, si de nuevo estuviesen libres, disparar�amos contra ellos y ellos contra nosotros". Y la escena del remordimiento por la muerte del soldado enemigo a quien por instinto de conservaci�n se ha apu�aleado en el fondo de un agujero en el que los dos buscaban refugio. "Ahora comprendo que eres un hombre como yo. Pens� entonces en tus granadas de mano, en tu bayoneta, en tu fusil... Ahora veo a tu mujer, veo tu casa, lo que tenemos de com�n. Perd�name camarada. Siempre vemos demasiado tarde. Porque no nos repiten siempre que vosotros sois unos desdichados como nosotros, que vuestras madres viven en la misma angustia que las nuestras; que tenemos el mismo miedo a morir, la misma muerte, el mismo dolor... "

En la breve presentaci�n de este libro, Erich Mar�a Remarque dice que  "no pretende ser ni una acusaci�n ni una confesi�n, s�lo intenta informar sobre una generaci�n destruida por la guerra, totalmente destruida, aunque se salvase de las granadas". El esp�ritu de una generaci�n aniquilada, deshecha, habla por boca de Remarque, quien ya en el frente sent�a, terminados a los hombres de 18 a 20 a�os, lanzados con �l a las trincheras. "Abandonados como ni�os, expertos como viejos; brutos, melanc�licos, superficiales... Creo que estamos perdidos". No faltan en el libro frases de acusaci�n, m�s a�n de condenaci�n. He aqu� algunas del angustiado mon�logo del combatiente en el hospital, donde, como �l dice, "se ve al desnudo la guerra", m�s horrible acaso que en el frente: "Tengo veinte a�os, pero s�lo conozco de la vida la desesperaci�n, la muerte, el miedo, un enlace de la m�s est�pida superficialidad con un abismo de dolores. Veo que azuzan pueblos contra los pueblos; que �stos se matan en silencio, ignorantes; neciamente, sumisos, inocentes... Veo que las mentes m�s ilustres del orden inventan armas y frases para que esto se refine y dure m�s. Y conmigo ven esto todos los hombres de mi edad, aqu� y all�, en todo el mundo; conmigo vive esto mismo toda mi generaci�n".

Pero estas mismas palabras indican que si Remarque se exime de un juicio sobre la guerra misma, de una condena del orden que la engendra, no es por atenerse a una rigurosa objetivi�dad art�stica. En m�s de un momento, al relato se mezclan en este libro la digresi�n, el comen�tario. Remarque apunta: "Los fabricantes de Alemania le han hecho ricos, pero a nosotros nos quebranta los intestinos la disenter�a". Mas se detiene aqu�. Y por esto, con el pretexto fa�riseo de un tributo a su objetividad, le sonr�e reconocida la misma cr�tica que en Francia y en todas partes no perdona a Barbusse el llama�miento revolucionario de El Fuego.

El testimonio de Erich Mar�a Remarque es el de una generaci�n vencida, resignada, indife�rente, sin fe, sin esperanza. El de Barbusse, es�crito cuando llameaba a�n la guerra en las trin�cheras, cuando la censura y los tribunales mili�tares persegu�an toda expresi�n distinta de los comunicados generales, que inventaron la lac�nica mentira de "sin novedad en el frente", es el testimonio de una generaci�n que de su de�sesperada experiencia, de su terrible agon�a, ex�trajo su raz�n y su voluntad de combatir por la construcci�n de un orden nuevo.


NOTA:

1 Publicado en Variedades: Lima, 23 de Octubre de 1929.