OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

AMAUTA Y SU INFLUENCIA

     

        

GENESIS Y MISION DE "AMAUTA"

 

ANIMADO por su entereza, Jos� Carlos Mari�tegui supo dar un aliento verdaderamente pro�f�tico a las afirmaciones en que apuntaba su in�tuici�n del porvenir. Pero no adquir�an este aliento a trav�s de una manifestaci�n de suficiencia personal, sino a trav�s de su gran confianza en las proyecciones humanas de la causa que defend�a. As� supo demostrarlo cuando exte�rioriz� la creencia de que la perduraci�n de sus esfuerzos estaba estrechamente vinculada al desarrollo hist�rico de dicha causa.

Alcance prof�tico tuvieron sus palabras, en la presentaci�n de Amauta, cuando dec�a:

Habr� que ser muy poco perspicaz para no darse cuenta de que al Per� le nace en este momento una revista hist�rica.

Y siete meses despu�s explicaba este anuncio pre��ado de fe, con una franca referencia a la fuerza determinante de las necesidades sociales:

Tenemos confianza en nuestra obra �no por lo Iluminado, o taumat�rgico, o personal de su inspi�raci�n� sino por su car�cter de interpretaci�n y coordinaci�n de un sentimiento colectivo y de un ideal hist�rico.

Consideraba que la trascendencia de su empre�sa estaba supeditada al desarrollo de ese "ideal hist�rico" al cual serv�a; y lo recalcaba, para elu�dir el elogio desmesurado y atemperar la admira�ci�n que merecidamente se le tribut� desde la aparici�n de Amauta.

Jos� Carlos Mari�tegui dec�a que Amauta representaba "un movimiento, un esp�ritu". Que dos a�os antes de haber aparecido �o sea, en 1924�, "habr�a sido una voz un tanto personal"; pero que era ya "la voz de un movimiento y de una generaci�n". Quer�a evitar que se difundiera la creencia de que Amauta se deb�a a su esfuerzo personal y, con la vista dirigida hacia sus prop�sitos, olvidaba la fuerza centralizadora de sus propios alientos. Pero, despu�s de su muer�te, la redacci�n de Amauta admite hidalgamen�te que

casi solo Mari�tegui inicia la publicaci�n de su revista, animado de una voluntad firme y de un plan estrictamente constructivo.

Y a�n admite m�s, cuando a�ade que

Amauta surge cuando la obra de preparaci�n del ambiente comienza. En torno a Mari�tegui se agru�pan algunos elementos, atra�dos m�s por su cor�dialidad que por sus ideas.

O sea, que ese movimiento en nombre del cual hablaba Jos� Carlos Mari�tegui, viv�a en su en�tusiasmo, en ese generoso y animador entusias�mo que tanto respeto le atrajo; exist�a ese mo�vimiento, pero en su principio, as� como existe el fruto en las posibilidades germinativas de la semilla. Y esto se comprende cuando el mismo Mari�tegui confiesa que su esfuerzo "no tiende a imponer un criterio, sino a contribuir a su for�maci�n" que "debe contentarse con la aportaci�n de elementos de cr�tica, investigaci�n y debate".

Amauta apareci� para producir ese movimien�to e impulsarlo por v�as constructivas. Coordin� la vaga inquietud de los esp�ritus renovadores que en el Per� estaban dispersos, pues era os�tensible que

por encima de lo que los diferencia, todos estos esp�ritus ponen lo que nos aproxima y mancomu�na: su voluntad de crear un Per� nuevo dentro de un mundo nuevo.

Queriendo eliminar los elementos de oposici�n entre �l y esos esp�ritus renovadores que habr�an de acompa�arlo en su labor, Jos� Carlos Mari�tegui buscaba "la meta m�s que el camino", porque confiaba en que el trabajo los solidarizar�a mutuamente. Y no se aventur� a formularle un programa a la vida de su revista: porque ten�a muy presentes aquellos elementos de oposici�n, y porque consideraba que el programa deb�a su-ceder a la discusi�n.

Amauta, por otra parte, no tiene necesidad de un programa; tiene necesidad tan s�lo de un destino, de un objeto.

Y Jos� Carlos Mari�tegui consideraba que tal objeto deb�a limitarse a

plantear, esclarecer y conocer los problemas perua�nos, desde puntos de vista doctrinarios y cient�ficos.

Los programas le parec�an "absolutamente in��tiles" y, sin embargo, estaba proponi�ndose un objeto que supon�a y reemplazaba a los m�s vastos programas. Pero se resist�a a formularlo como tal, porque ten�a en cuenta el descr�dito en que los hab�a hecho caer su frecuente incumplimien�to, porque deseaba hacer part�cipes de su for�mulaci�n a todos aquellos a quienes lograra in�teresar en su labor, y porque m�s le atra�a el contenido que el r�tulo.

Amauta iba a ser una tribuna hospitalaria para todo aquel que aportara un elemento a la dis�cusi�n. Iba a plantear los problemas: no a re�solverlos. Pero la discusi�n y el planteamiento se desenvolver�an dentro de una disciplina po�l�mica, en la cual se superasen la agitaci�n de�clamatoria de las protestas y el desenga�ado lamento del ochocientos.

La protesta, primero por abuso, en seguida por desuso, est� hoy en el Per� desacreditada. Escon�d�a en el fondo cierta insolvencia ideol�gica que necesitaba, como la insolvencia art�stica del teatro malo, disimularse con la bravata, la intriga y el latiguillo. Donde antes se pon�a declamaci�n, hay que poner ahora pensamiento. Despu�s de todo, es una ganancia. La palabra se contentaba con un servicio anecd�tico, requiere ahora calidad hist�rica. Ganaremos en ideas-g�rmenes, en ideas-valo�res lo que perdamos en art�culos de fondo y en frases lapidarias.

Y con harta raz�n podr�a subrayar que

Amauta no es una diversi�n, ni un juego de inte�lectuales puros: profesa una idea hist�rica, confie�sa una fe activa y multitudinaria, obedece a un movimiento social contempor�neo.

Amauta no era una revista de agitaci�n tran�sitoria: era "una revista de definici�n ideol�gica". Asum�a su destino con altura y sinceridad, para superar la ligereza de la especulaci�n literaria que hasta entonces predominara entre nosotros. Como dec�a Jos� Carlos Mari�tegui, Amauta "es un comienzo y no un fin": porque lleg� "para inaugurar y organizar un debate, no para clau�surarlo".

Enti�ndase bien: "para inaugurar y organizar un debate, no para clausurarlo". Para organizar un debate sobre los problemas contempor�neos de la sociedad, para iniciar una revaluaci�n de los juicios convencionales y de los conceptos in�nimes que pesaban sobre nuestra cultura. Clara y enf�ticamente lo hab�a recalcado el propio Jos� Carlos Mari�tegui, cuando explicaba que

el t�tulo no traduce sino nuestra adhesi�n a la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al inca�s�mo. Pero espec�ficamente la palabra amauta adquiere una nueva acepci�n. La vamos a crear otra vez.

Hoy no es posible negar que el s�mbolo fue dotado de una nueva y luminosa existencia. El esp�ritu del sabio amauta, que durante el impe�rio incaico aplicaba su erudici�n y su vasta ex�periencia en el consejo de su monarca, se reen�carn� en el pol�tico honesto que supo escrutar el horizonte hist�rico. El esp�ritu del antiguo amauta se reencarn� en este hombre auroral, que atesor� sabidur�a y videncia para hacer sabia y vidente la conducta del hombre nuevo: Jos� Car�los Mari�tegui.